miércoles, 26 de diciembre de 2012

F27- ¿Cómo has llamado a mi novia! (14 octubre 2002).


Esta entrada podría tener diferentes y muy variados títulos. Como por ejemplo, el original en mi mente: “Esas malditas vocales y alguna que otra puñetera consonante”.  Pero quedaba demasiado extenso y además hay que tratar de cazar la atención del más perezoso de los lectores con un título más llamativo.

Qué manía tienen estos herejes anglosajones (escoceses en mi caso) con complicarse la vida. Con lo sencillito que es el español, con sus vocalitas: a-e-i-o-u. Ya está, sin tanta tontería de vocales largas, cortas, o a medio camino. O con esa horrible costumbre de mezclar dos vocales. No señores, o es “o” o es “a”, no se puede pronunciar algo entre “o” y “a”. No tiene sentido. Es algo antinatural.

Y es que podría contarles a ustedes miles de ejemplos. Situaciones ridículas, a veces bochornosas, debido al mal uso del idioma de Shakespeare. Situaciones que combates con humor de novato, o a veces con aquello de “tierra trágame”. La mayoría de estos errores los cometes al principio, claro está. Pero puedes tardar años en limar tu pronunciación para no caer en embarazosos malentendidos. Y aunque lleves once años por estos lares, más te vale no relajar la lengua y el paladar.

La misma palabra “vowels” (vocales), si te descuidas un poco y tienes uno de esos días cansados, olvidas que en inglés la “v” se pronuncia diferente que la “b”, tu interlocutor entenderá “bowels” y te mirará con cara de pena creyendo que tienes algún problemilla intestinal.

Los primeros días que fui al cine lo pasé fatal. Soy una persona a la que le encanta el cine. Voy muy a menudo. De ahí mi trauma inicial. Recuerdo la primera vez que pedí palomitas “pop corn” y el chaval que atendía – un adolescente pelirrojo, flaco, lleno de granos− me soltó una parrafada, que lo  mismo podía estar hablándome del tiempo que hacía ese día o de la revolución francesa, pues no me enteré de la misa la media. Y yo, como un niño de dos añitos, usando la técnica infalible de apuntar con el dedito: “that one, pop corn”. Y nada, el niñato de los granos con su parrafada, recitada a toda leche y sin un ápice de compasión hacia el inmigrante recién llegado. Yo le decía que cual era el problema, que tenía dinero (¡qué vergüenza recordarlo!), que me pusiera ya las malditas palomitas. Y así lo hizo, el mocete.  Al empezar la película, eché  mano a las palomitas y entendí de inmediato lo que el jovenzuelo me trataba de explicar: eran dulces. ¡Y no me gustan las palomitas dulces! Las palomitas saladas, de toda la vida. ¡Qué país!

En otra ocasión, se me ocurrió pedir una coca-cola. Por aquello de sensación de vivir y todo eso. Gracias a Dios había otro chico diferente atendiendo. Fue pedir la “coke, please” y el chaval volverse hacia su compañero y medio reírse. ¿De qué carajo se ríen? Pensé yo aquel día. Luego vas aprendiendo cositas, y claro, no es lo mismo pedir una coca-cola en un mostrador de un cine, que pedirle a un adolescente sus órganos sexuales (cock).

Recuerdo un día, en el piso, Rachel llegaba tarde al trabajo. Recogió todas sus cosas en el bolso, se atusó el pelo en el espejo del baño y salió a toda velocidad del piso, sin despedirse de mí tan siquiera. Entonces vi que se había olvidado sus llaves encima de la mesa de la cocina. Sin pensarlo dos veces, raudo y veloz, las cogí y salí disparado hacia las escaleras. Ella estaba a punto de abrir la puerta principal cuando le grité “Rachel, you forgot your keys!” Ella paró en seco. Se giró. Me miró con cara de susto. “What?” Y repetí mi frase, esta vez agitando el llavero en mi alzada mano. “Ahh, thanks! Pensé que decías que había olvidado mi beso". Otra vez, la maldita vocal larga o corta (kiis= llaves, kis = beso, que en realidad se acerca más a "kes") hizo creer a Rachel que se me había ido la cabeza –ya del todo− e iba reclamándole un beso de despedida, como si fuéramos una enamorada pareja, y no unos sencillos flatmates.

¡Malditas vocales cortas y largas! Yo creo que lo hacen a posta para que los españolitos nos agobiemos y abandonemos nuestro intento migratorio. ¡Pues con Jorge la llevan clara!

Hay cientos de ejemplos. Como “sheet” (pronunciese shiit) sábana u hoja de papel. Cuidado señores, pueden acabar diciendo “mierda” (shit) (pronunciese shet). No quiero ni pensar en los pobrecillos que empiezan su aventura británica trabajando haciendo camas en hoteles. Pidiendo ese juego nuevecito de sábanas al manager o a la supervisor. Y en realidad le están hablando de cacotas. Tampoco es lo mismo pedir una cerveza “beer” que hablarle de osos al sorprendido camarero “bear”. O querer pedir una cerveza con soda “shandy lager” y acabar pidiendo una cerveza arenosa “sandy lager”, con lo cual el camarero se quedará a cuadros escoceses. O el terrible pánico del principiante, cuando en clase o en una entrevista de trabajo te preguntan por tus hobbies, por lo que te gusta hacer en tu tiempo libre. Y claro, tú quieres decirle a la Seño o a ese tipo que será tu jefe, que te gusta ir a la playa “beach” (pronúnciese biich) y temes acabar diciendo que te gusta ir con señoritas de mala reputación “bitch” (pronunciese bech).

Gracias al cielo existe “el contexto”. En inglés ayuda muchísimo a esclarecer todos estos posibles malentendidos.

Todavía tiemblo, de vergüenza, al recordar lo que me sucedió un día en el trabajo. Estábamos de charla detrás de la barra. Lo habitual, como dije, cuando la clientela era perezosa. O mejor dicho, cuando los clientes estaban sudando la gota gorda (recordemos que era la brasserie de un gimnasio). Yo estaba haciéndome un cafecito con hielo (ya andaba por la barra como Pedro por su casa). Ante las todavía sorprendidas miradas de mis compañeros sudafricanos y escoceses (eso de mezclar café y hielo aún no lo tenían muy claro). Uno de los sudafricanos era Chris (alto, fuerte, rubio, ojos azules. Vamos, un sueño para las ladies). Allí se encontraba también Leticia, la novia francesa de Chris. Leticia era una chica simpática. Bromeábamos muy a menudo, ella y yo. Se notaba a la legua que era francesa, y tenía una forma más abierta de tratar a la gente. Como siempre ella me hizo algún comentario gracioso. Hubo risas. De todos. Yo entonces le dije a Chris que su novia era una tía divertida “Your girlfriend is funny!”. Chris me miró todo serio, pero con una medio sonrisa que no podía ocultar del todo y me espetó: “¿Qué le has llamado a mi novia!”. Y todos se rieron. Yo repetí mi frase. Y casi se mean de la risa, los muy cabrones. Hasta que la buena de Jenny vino a mi rescate. Ordenándoles que me dejaran en paz, y diciéndome que no pasaba nada. Que no les hiciera caso. Yo sabía que estaban de cachondeo conmigo, que Chris no estaba enfadado para nada. A esas alturas ya teníamos confianza. Pero me quedé con la mosca detrás de la oreja. ¿Qué había dicho que fuera tan divertido? ¿Eran otra vez esas malditas vocales, o alguna puñetera consonante?

Llegué a casa todo apurado. Rachel estaba comiendo en el living. Le pregunté a quemarropa mi duda, contándole lo que me había sucedido en el trabajo. La chica casi se atraganta con los espaguetis. “Jorge, ahora no puedo hablar de eso, que estoy comiendo”. Ya no podía contener más mi inquietud. Hablar de ESO. ¿A qué demonios se refería mi linda compañera de piso? ¿Se habían vuelto todos locos? Así que me encerré en mi cuarto, eché mano al diccionario (uno de esos libros tocho muy completitos), y comencé a buscar la palabra “funny” y otras similares (por aquello de las malditas vocales). Y encontré la respuesta a todas mis dudas. Encontré la palabra “fanny”. Y en aquel mismo instante pensé aquello de “tierra trágame y no me escupas de vuelta”.

Y lo entendí todo. Las risas, la reacción (falsa) ofendida de Chris, el apuro de Rachel. Y es que no es lo mismo llamar “divertida” a la chica de tu amigo, que llamarla “chochito”.

3 comentarios:

  1. jajaja! soooo funnyyyyyyyyyyyy!!

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  2. Podrias explicar por favor la diferencia sonora de funny y fanny? Yo las he puesto en el traductor pero mi oido no diferencia nada, y no quiero cagarla cuando vaya, gracias

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