A lo largo de todos estos años una pregunta abordó mi
mente en más de una ocasión: ¿por qué salí tan raro? Por qué compliqué mi
existencia con aviones y ciudades lejanas (recuerden que para mí Edimburgo
sonaba tan lejano como Sidney). Hubiera sido mucho más sencillo permanecer en
el pueblo, contraer matrimonio con la linda hija del panadero o con la sobrina
rebelde de la carnicera. Encargar a la cigüeña un crío, dos, tres, o dos coma
cuatro, o cualquiera que fuera la media oficial de vástagos por aquel entonces.
Trabajar en la fábrica de electrodomésticos, metiendo horas extras para renovar
la cocina un año de estos. Aprender a tocar el clarinete durante los fines de
semana y unirme a la banda de música del pueblo, para así recorrer las
callejuelas de la villa en las fiestas patronales amenizando al personal con
alegres melodías, seguidos por toda la chavalería corriendo detrás, gritando,
riéndo y tirando ensordecedores petardos, entonando las viejas consignas de la
Peña local. Convertirme en miembro de una de las numerosas sociedades
gastronómicas para así poder emparedar mis arterias, cada jueves, a base de
chuletillas de cordero al sarmiento, choricillo y careta de cerdo, todo regado
con los sabrosos caldos riojanos. Pero no, tuve que salir diferente, rarito, el
perro verde del pueblo que soñaba con un país multicolor y abejitas sonrientes.
Tuve que salir inconformista y lanzarme a ver que había más allá de la villa,
más allá de la pequeña capital de provincia, más allá de la próxima región, o
autonomía, o país, o república independiente de su casa, o como diantres se
denominen ahora esos pedazos de terrenos sin fronteras ni barreras, a los
cuales unos pocos quieren cercar con vallas y muros de espinoso alambre.
Me detengo a pensar, mirando atento el retrovisor de la
vida. La carretera va desapareciendo, con una rapidez inesperada, las blancas
rayas en el asfalto vuelan hacia atrás y se evaporan sin dejar rastro. Veo mi
vida llena de mujeres alrededor, decenas de nombres brotan sin orden ni concierto,
una vida plagada de nombres que ya no significan nada. Bellas Princesas que, una vez besadas, se conviertieron en pringosas ranas. Una vida llena de
mujeres pero vacía de mujer. Noches cálidas, con los pies fríos.
De repente un día amanece como cualquier otro día. Te
arrastras de la cama a la ducha, peleando con las legañas y esa mala uva
matutina. Desayunas a toda prisa, fresas, cereales, café de kettle y galletas. Corres para no perder
el autobús. Comienzas tu jornada laboral ya pensando en su final. Y ¡zas! te
das cuenta de que todo ha cambiado, que nada es como ayer, e intuyes que jamás
volverá a serlo. Descubres este hecho con sorpresa, los ojos muy abiertos, como
quien conduciendo recibe un manzanazo en la luna delantera del coche, en mitad
de una solitaria carretera en una noche sin estrellas.
Entonces sientes tu cuerpo temblar.
El sueño es
secuestrado sin posibilidad de rescate. La sonrisa bobalicona no abandona tu
rostro ni bajo amenazas. Visitas al señor Roca más de lo habitual, algo
totalmente inaudito pues hace días que no comes, tan sólo empujas sólidos y
líquidos a través de tu boca para mantener las mínimas condiciones de vida. No
lees, no escribes, corres todavía menos de lo que corrías, te olvidas de los pocos amigos que conservas.
El trabajo es tan sólo un intervalo eterno de tiempo. Sus ojos, sus manos, sus labios, sin embargo, convierten los días en horas, las horas en segundos.
No tiemblas de miedo.
No sientes un temor al fracaso, ese
viejo y perro conocido. Se trata de un vértigo hacia el éxito. ¿Y si, por una
vez, me sale bien? Te asomas al precipicio del futuro y no te asusta la caída
al vacío, con el posterior y consabido impacto contra el suelo, sino que te
inunda un profundo pánico por el posible hecho de que en mitad de la caída libre,
crezcan unas poderosas y bellas alas sobre tu espalda y aterrices planeando
suavemente sobre la húmeda hierba.
Y de repente te descubres, entre sorprendido y divertido,
insomne, con un lápiz en la mano, libreta de anillas sobre la colcha,
componiendo sonetos de amor a las tres y media de la madrugada.
“Jorge, quizás el destino te retuvo todos estos años en
la mágica Escocia, para que un día pudieses retornar a tu añorada tierra con
esta bella persona”, fueron las palabras de un viejo conocido, medio golfo,
medio brujo.
Qué decir... :')
ResponderEliminarGracias guapa ;-)
Eliminarx
Escribes muy bonito, felicidades.
ResponderEliminarGracias por tus palabras.
Eliminar¡Así que era eso! Y tú calladito cuando te asaltaban a preguntas en spaniards... jejeje. ¡Me alegro un montón! :)
ResponderEliminarGracias maja, en el foro se pregunta demasiado jeje. Uf, ya ni tiempo tengo para entrar. Está siendo una bonita cura de desintoxicación. ;-)
EliminarEsta la has bordado, que bonita fargadita, mas bien reflexión en voz alta sobre el teclado.
ResponderEliminarRisueño cual quinceañera enamorada flotando sobre nubes de colores, ¿Quién necesita drogas?
Se feliz, y disfruta de la vida cuando se luce ante ti dejando un caramelo en tu boca.
Santurtziarra
Gracias Santurtzi, está claro que en esta vida, tan perra y dura a veces, hay que disfrutar de estos momentos de felicidad, pues nunca sabemos que viene tras la próxima curva, amigo mío.
EliminarJoer... Después de UK, lo de "curva" (o como quiera que los polacos lo escriban) NUNCA volverá a sonarme igual. jaja
EliminarEso, disfruta.
Arabella, me perdí con tu comentario (?)
EliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
EliminarCon respecto a la fargadita... Que decir, el amor (y los sueños) es como un perro rabioso corriendo detrás un coche, realmente no sabe porque lo persigue y que ara con el cuando lo alcance. ¿Pero y lo bien que se pasa mientras le das caza?
ResponderEliminarLeyendo los comentarios, debo de ser de los pocos, que no se enteran de la misa la mitad con el tema de spaniards y tu segunda identidad hollywodiense. Pero bueno, ya iré atando cabos.
Nemo patriam quia magna est amat, sed quia sua.
Thinous
Ata, ata, pero ten cuidado no te amarres a ti mismo ;-)
EliminarGracias por comentar, Thinous
Que bueno volverte a leer!! :)
ResponderEliminarGracias guapa. Me algegro de que sigas leyéndome.
Eliminar:-)
" Convertirme en miembro de una de las numerosas sociedades gastronómicas para así poder emparedar mis arterias, cada jueves, a base de chuletillas de cordero al sarmiento, choricillo y careta de cerdo"
ResponderEliminar"Emparedar mis arterias" ja ja. Seria un magnifico slogan para usarlo en una campaña de enfermedades del corazon.
Pues sí, Comodus, pero tristemente así es. Cuando se abusa, obviamente.
EliminarSobre el tema principal de tu entrada,te diría que como buen " perro verde," soñabas con salir, quizás en no volver,pero en un momento dado te vino la añoranza y vuelves a tu tierra.
ResponderEliminarNo te preocupes, eso mismo harán el 90% de los " perros verdes" que salieron.
Tal vez lleves razón, Comodus, ahora me toca explorar mi tierra, España, que bien merece la pena.
EliminarLlevo muucho desconectada de la red y cuando entro me encuentro que vuelves a España...y parece que por buenos motivos. Me alegro mucho por ti y te deseo lo mejor. ¿Seguiremos leyéndote?
ResponderEliminarClover Bakery
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
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