Llegué en autobús. Había comprado
el billete, semanas atrás, a través de internet: 3 libras (ida y vuelta). No
estaba mal. Encontré, sin demasiada dificultad, el estadio de fútbol. El Hampden
Park. En aquellos tiempos no existía Google map. Pero, tal y como dicen en mi
pueblo, preguntando se llega a Roma. Y así lo hice. La gente de Glasgow es
magnífica. Nada que ver con la población de Edimburgo. Aquellos son más
abiertos. Más simpáticos. Más dispuestos a ayudarte, si te ven, medio perdido,
mochila a la espalda. No hace falta ni preguntarles. Ellos paran y te dicen: “Are you ok pal?” con una sonrisa. Ese acento local me recordó de inmediato a mi amigo John. Pero al mismo tiempo,
Glasgow arrastra fama de ciudad peligrosa. Peleas y navajazos nocturnos, y
diurnos. Así que andaba yo con mil ojos. El miedo del novato. El miedo del
primerizo.
Llegué prontito. Por la mañana.
No me gustan las prisas. Necesito tiempo de sobra, para hacer las tareas. Y en
aquel momento, la tarea era crucial: encontrar entrada para el partido. ¿Cómo
encuentras a un reventas en Glasgow?
¿Qué aspecto tienen? No tenía ni la menor idea. Así que decidí caminar
alrededor del estadio. Una y otra vez. O alejarme, a ratos, por las calles
adyacentes.
Días antes recibí una llamada.
Era mi hermano. ¡Venía desde España, a ver el partido! Él y un amigo. Yo no
disponía de un móvil, así que acordamos que yo le llamaría, desde alguna cabina
de teléfonos – todavía quedaban cabinas rojas, típicas de aquí – a partir de
cierta hora. Ellos volaban desde Madrid.
Al poco de estar explorando las cercanías
del estadio. Bufanda madridista al cuello. Y mis cien libras en el bolsillo. Se
me acercó un tipo extraño. Venía de cara. En seguida me puse en guardia. Con la
adrenalina, ahí esperando salir disparada. Un tipo de unos treinta y tantos años. Muy alto. Musculoso.
Tenía la cabeza afeitada. Vestía vaqueros y un chaleco de cuero, luciendo
tatuajes en brazos y cuello. Venía
directo hacia mí, mirándome. Traté de no mirarle directamente, y al mismo
tiempo, no dejar de mirarle. “Cien
libras, Jorge, cien libras”. Era todo lo que me venía a la mente. Con todas
las historias de terror, que había oído en Edimburgo sobre Glasgow, esperaba
ver un cuchillo tipo-Rambo, a un palmo de mi cara.
Nada más lejos de la realidad. El
calvo-cachas me sonrió: “Are you looking
for tickets, mate? “ Tenía un acento
de lo más extraño. No era local. Tampoco me sonaba a la capital. Le pregunté
cuanto pedía. Me dijo que 270 libras. Zona Real Madrid. Le dije que era muy
caro. Y seguí caminando.
Al cabo de un rato de dar
vueltas, volví a cruzarme con el tatuado. Misma operación. Misma pregunta. 240
libras, su respuesta. “Too much, too much”,
le dije. Me sentía como comprador en un puesto de Marruecos, regateando con el
vendedor. Pero lo mío era pura necesidad. Realmente no podía pagar ese dinero.
Si lo hubiera tenido, lo hubiera pagado. Sí, en aquel momento, había que
priorizar. Incluso si el próximo mes, hubiera de alimentarme a base de pasta,
de marca blanca a 50 peniques el kilo.
Encontré a mi reventas personal varias veces más, a lo
largo de todo el día. Ignoro si en Glasgow no existían más reventas, o si aquel tipo me había cogido cariño. En una de las
ocasiones hablamos un rato. Me dijo que era de Newcastle. Yo a lo justo le
entendía. El geordie es uno de los
acentos más difíciles que jamás haya escuchado. Junto al acento de los de
Liverpool (ese es terrible también). Me dijo que él era supporter del Newcastle. Pero que le gustaba el Madrid. Además, de
alguna manera había que ganarse las alubias. Eso me dijo. Me cayó simpático, el
cachas tatuado.
Llamé de nuevo a mi hermano. Lo
había intentado varias veces, desde la hora que me dijo que aterrizarían. No
contestaba. “El número al que llama, está
apagado o fuera de cobertura en estos momentos…”. Empecé a preocuparme.
Pero no quise ser negativo ni pensar en tragedias. Seguí a lo mío. Con mi
objetivo. Encontrar MI entrada.
El rival era un equipo alemán. El
Bayer Leverkusen. La inmensa mayoría de aficionados presente, era madridista.
Los alrededores del estadio estaban tomados por la marea blanca. Con sus
banderas, sus bufandas, sus cánticos. Todo buen humor y buen ambiente.
Obviamente pregunté por entradas, pero nadie tenía una de sobra. Normalmente no
viajas hasta otro país, y vendes tu preciosa entrada. Ni aunque te ofrezcan un
potosí.
En la prensa había leído, que el
Madrid jugaría como en casa. El apoyo de la ciudad de Glasgow era incondicional
al club blanco. Esto era debido, entre otras razones, a que hace 42 años el
Real Madrid ganó una final de la Copa de Europa. Aquí en el Hampden Park.
Contra otro equipo también alemán: el Eintracht Frankfurt. Goleada de 7-3. Y
aquello creó mucha afición y cariño hacia el equipo merengue.
En uno de mis paseos, me junté
con dos chicos madrileños. Acababan de aterrizar. Les comenté, preocupado, que
mi hermano debía haber llegado hace horas. Que no me contestaba al teléfono.
Me dijeron que no me preocupase, que había un caos terrible en Barajas. Decenas
de aviones con el mismo destino: Glasgow, Escocia. Se ofrecieron a acompañarme.
A caminar entre la muchedumbre a la búsqueda de mi hermano mayor. Estábamos
acordando esto, cuando nos cruzamos, de cara, con dos chicos. Los recién
llegados se pararon en frente de nosotros. Levanté la cabeza para observarles, seguido miré a mis dos acompañantes
madrileños, y les dije: “Pues, éste es
mi hermano”. Fue algo de lo más extraño. Como si uno de los dos hubiéramos
llevado un GPS incorporado. Nos encontramos frente a frente entre miles de
personas, todos con bufandas de los mismos colores.
Me despedí de los madrileños. Nos
deseamos suerte mutuamente, con un apretón de manos. ¡Hala Madrid!
Quedaba una hora para el pitido
inicial. Y yo sin entrada. Les conté, a mi hermano y su amigo, mi aventura con
el reventas. Y fuimos a la búsqueda
del tipo. Calvo, gigante, tatuajes, chaleco de cuero. Esos eran los parámetros de
búsqueda. Al poco rato mi hermano exclamó: “¡Allí está!”. En efecto, en la otra acera, allá estaba nuestro hombre. Nuestra
salvación. Mi salvación (éstos iban a entrar sí o sí).
Cruzamos la calle. Tratamos de
hacernos los encontradizos. Aunque me temo que mi rostro me delató. Cara de “¡Necesito una entrada ya!”. Pero claro,
el cuchillo tiene dos filos, él necesitaba vender ese ticket ya… o se lo comería con patatas (otro dicho de mi tierra).
“Hello my friend!” dijo sonriente, según nos vio. Me
preguntó si había encontrado entrada. Ante mi negativa, fuimos directos al
grano. No había tiempo que perder. “Cuánto
dinero llevas encima?”. 100 libras, contesté – pecando de pardillo, pues
podía haber dicho una cantidad inferior. Pero el deseo de entrar ya, me
traicionó −. “It´s ok”. Me contestó.
Nos condujo a un callejón adyacente. Un callejón sin salida, lejos de las
miradas de curiosos. Sobre todo lejos de la policía (había cientos de ellos,
incluso a caballo). Nos miramos los tres españoles, entre nosotros un
pensamiento común. Frío y agorero: “¿No
nos pegará el palo ahora?”. Pero enseguida lo alejamos de nuestras mentes.
Nos enseñó la entrada. Zona
madridista. Bien. Mi hermano sacó las suyas. Las comparó. Era auténtica. “Ok”. Le dije, sacando el fajo de
billetes. Conté. “¡Mierda!” sólo
había 90 libras. El tipo me miró, sonrió, soltó un gruñido, e hizo ademán con
la mano: “Trae, trae, da igual”. (Más
adelante encontré las 10 libras restantes, en el otro bolsillo). Y así conseguí mi entrada. Por 90
libras. La misma entrada que estoy acariciando, ahora mismo. Mientras escribo
estas líneas. La entrada que me abrió un huequecito en la Historia. No como
hacedor, pero como testigo.
Luego vino el golazo de Zidane,
la euforia, los cánticos, las lágrimas, la lluvia. Vino la 9ª Copa de Europa
del Real Madrid. Y yo estuve allí. Yo lo viví, en vivo y en directo.
Mira que en el foro te veia con estos ojos -.- comenta el "borde" (con cariño) no te ofendas, pero aquí me encanta leerte y como escribes. Espero que siga.
ResponderEliminarMe he sentido especialmente identificado con el caso de Álvaro, en mi caso fue una perdida distinta, pero bueno....que me encanta como escribes.
Muchas gracias Adry. :-)
ResponderEliminarY pensar que yo fui a Newcastle a estudiar inglés jajajaja.
ResponderEliminarQueremos más entregas :)))))))))))) :))))))
Después de leer la entrada del blog, TODOS hemos estado allí ;) (Y a mí el fútbol... ni fu ni fa).
ResponderEliminarGracias a todos. Me entusiasma que os guste. :-)
ResponderEliminarUpsi pues si ya habias puesto la continuacion xDDDDD
ResponderEliminarYa te vale Noe :-)
ResponderEliminarHa sido por culpa de una monada rubia de 22 meses :))
Eliminar¿A que ya me perdonas? :D
Ah, entonces vale. Te entiendo. Hay que estar con mil ojos con los peques.
ResponderEliminarMe encantó, lástima que fuera el Madrid y no el Barça!!
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