Volvamos al pasado. Retornemos a cuando todo empezó.
Embarquémonos, una noche más, en la nave del misssteriooo. Perdón, se me va la olla.
Febrero de 2004, día veinte. Cumplía mi segundo año en la
Bonnie Scotland. Recordé las palabras de un viejo amigo: “Jorge, a partir del
segundo año aquí, comienzas a perder un poquito la cabeza”. Sonrío al escribir
estas líneas, súmenle diez a aquellos dos primerizos años y se harán una ligera
idea de cómo se movieron los muebles en mi cabecita, cual víctimas de un
terremoto con una intensidad 8,5 en la escala Richter.
La ocasión lo merecía y decidí celebrar una pequeña
fiesta. Se lo comenté a Penny, la cual, para mi sorpresa, quedó encantada con
la propuesta. Me animó a invitar a cuantos amigos quisiera, a usar el living room como centro de reunión, la
cocina como centro de operaciones culinarias y lo que hiciera falta.
Nos reunimos una veintena de personas, que debido a las
reducidas dimensiones del piso parecíamos cincuenta. Como es habitual traté de
currarme el apartado tapas y refrigerios (utilicé de nuevo el truco aprendido
de la bañera llena de hielos, donde latas y botellas de cerveza flotaban cual
diminutos Titanics). Mas deseaba poner un toque especial a la celebración, algo
diferente, así que decidí llevar a cabo una pequeña rifa. Algo simbólico. A
medida que mis invitados llegaban, les entregaba un pequeño pos-it ̶ rosa para ellas, amarillo para ellos ̶ con un número marcado con rotulador grueso. A
mitad de la fiesta, alguna mano inocente extraería una pequeña bola, de papel
arrugado, del interior de un bowl de
cocina. El premio: una caja de bombones Celebrations.
Ignoro quién fue el más viejo de la reunión, pero
recuerdo perfectamente a mi invitada más jovencita. ¡No, no piensen mal
ustedes! Se trataba de una linda cosita de poco más de dos meses, fruto del
amor surgido en la Patagonia, entre una argentina y un inglés, que me demostró
una vez más que el amor puede más que cualquier estúpida guerra. Esta linda criatura,
a la cual le regalé un pequeño elefante rosa, fue el alma del comienzo del
festejo, hasta que rendida, tras dos cubatas,
de un sospechoso color blanco, en biberón, y tras dos pedos y tres eructos se
retiró a sus aposentos ̶ mi cama, llena de cazadoras y abrigos ̶ a dormir la mona.
Acudieron Jenny y John, por supuesto, también Cristina y
Marta (las Pin y Pon asturiana y gallega), acompañadas de mi amor imposible, la
bella Clara; estuvo Azucena y un par de amigas suyas, el gudari navarro Koldo, una chica checa (no, no es un trabalenguas)
antigua compañera del Jewel College; también nos dignaron con su presencia,
Ester y James, comensales en aquella, ya lejana, primera navidad. También
invité a una chinita (tuve una temporada con una obsesión patológica con las
asiáticas), que realizaba labores administrativas en el hospital, paseando su
larga melena, lisa y azabache, de aquí para allá, por los pasillos, estirada,
taconeando con arrogancia, cual torera en tarde de toma de alternativa, hasta
que un día, cansado ya de tanta mirada y medias sonrisas, le dije ojos negros
tienes, morena. Se rió, comimos en la cantina y me rompió el corazón hablándome
de su futuro esposo, escocés (y forrado, seguro, me decía el diablillo sobre mi
hombro izquierdo). Pero nació una bonita amistad, de ahí su presencia en mi aniversario.
Señores, menos da una piedra, que dicen en mi pueblo.
El ambiente fue relajado, amigable, con música tranquila
de fondo. Conversaciones, guiños cómplices, arreglos para futuros encuentros,
cimientos de nuevas amistades, fresca capa de pintura sobre las viejas.
Elegimos a Azucena como mano inocente, para la extracción
de la bolita ganadora, tal vez por sus ojazos de niña buena, quizás por su
simpatía. Introdujo su linda mano, hubo redoble de tambores y… the Oscar goes to el número 21, el cual,
como no podía ser de otra manera, resultó ser el papi inglés de la más
jovencita de mis invitados.
Todo marchó de maravilla, hasta que apareció el irlandés
errante, mi querido okupa de cuartos de baño, el Campofrío, con lata de
Guinness en ristre, y sonrisa de superioridad en rostro. Se quedó bajo el marco
de la puerta, junto a su novia, Penny, a la cual dijo algo que no logré
escuchar. Los dos rieron al unísono, mirando en derredor. Junto a ellos, Marta
y Cristina, hasta entonces sonrientes, mudan sus rostros, incómodas, una nube
empaña sus miradas.
Al día siguiente, mis amigas me contarían que fue aquello
que les provocó una pasajera incomodidad. El irlandés aberrante, con esa
sonrisita de superioridad, comentó a su media naranja australiana: “¿Crees tú que alguien en esta habitación sabrá inglés?”
Qué estúpida y atrevida es la ignorancia. En aquella sala,
todos hablábamos como mínimo dos idiomas: inglés y español, inglés y checo,
inglés y mandarín (o cantonés), inglés y escocés, inglés y alemán, inglés y
francés. Y varios, privilegiados, incluso hablaban una tercera lengua, la de su
tierra, la lengua materna, la lengua de sus antepasados: gallego, bable, euskera,
catalán, valenciano.
En fin, qué se puede esperar de un arrogante imbécil, que
ofrece un manojo de salchichas crudas en cada apretón de manos.
Desde mi humilde punto de vista, tu mejor post! Congratulations! :) Me encantó lo de "irlandés aberrante" jajaja
ResponderEliminarDe vez en cuando tiene que aparecer algún "enterao" que hace esa asociación inmigrante=paleto. No solo con nosotros allí, también con los de fuera aquí. :/
Gracias Arabella. No sé si habrá sido el mejor, pero había que contarlo ;-)
EliminarYo ya me acostumbré a los enteraos, pero por aquel entonces todavía ofendía un poquito.
Yo había leído "irlandés errante", y lo imaginaba al estilo Piratas del Caribe pero con salchichas campofrío donde irían los tentáculos. Para que veas lo que da de sí una mente descarriada...
ResponderEliminar¡Y sí, las asiáticas tienen un "algo" especial!
Saludos :D
Gracias por comentar Green, en realidad uso ambos adjetivos: errante y aberrante ;-) por el juego de palabras y tal.
EliminarBuenas noches Jorge
ResponderEliminarJoder con el irlandés de los cojones, pues anda que tienen una historia de grandeza y esplendor como para sacar pecho.
Nada como conocer el pasado histórico de muchos papanatas que nos miran por encima del hombro a los spaniardos para bajarles los humos de un plumazo.
Ah por cierto, se me olvidaba, bonita entrada.
Ha llegado a Edimburgo
Un pequeño irlandés
Tan zoquete como cortés
Presumiendo de palurdo
Sujeto de mirada fría y acuosa
Permanente bostezo de hastío
Delator de un cerebro vacío
Preñado de hiel envidiosa
Es lo que hay, pobre muchacho
Que por más sol que vislumbre
En su vida no prende lumbre
Salvo para comer patatas
Perfecto ejemplo de papanatas
Ora si, ora también borracho
Santurtziarra
Sapristi, ¿Te has inventado tu eso?
EliminarSi esto fuera taringa, te dejo mis dieses compadre.
Thinous
Eso es tuyo, Antxon? muy muy bueno! :-O
EliminarBuenos días
EliminarPues si, made by Antxon, las musas me inspiraron en ese momento y en 10 minutos me salió.
Pero no te me acostumbres mal, que esto es la excepción y no la normal
Santurtziarra
Buen post Jorge! Estaba ya esperando que retomaras ese glorioso pasado jeje.
ResponderEliminarEs curioso, porque cuando estuve en Irlanda 2 semanas (algo es algo oiga) me pareció, que , por decirlo de alguna manera, en las reuniones mas multiculturales los irlandeses hacían buenas migas con los españoles, incluso mas que con el resto de nacionalidades (salvando obviamente la inglesa y escocesa). En fin supongo que hay gente para todo... miles de años bajo dominación inglesa, con brechas todavía sin curar, y hay quienes se sienten orgullosos de hablar ingles, manda huevos.
Saludos. Thinous.
Gracias por tu comentario Thinous, pero no carguemos ahora con todos los irlandeses, por culpa de un idiota jaja.
EliminarFue una fiesta perfecta... tuviste hasta el bufón de turno ;)
ResponderEliminarPues sí, pero no hacía reír. Te ríes despues, al recordarlo, tan sólo pensar en el número de Carreras y Masters que juntaban todos mis invitados... me echo a temblar. Jaja, pobre ignorante de la vida. Era de los que pedía en Ibisa: "Una servesa pofavor" y se equivocaba. Y había varios invitados que hablaban inglés, español, su idioma materno y alemán (éste a nivel de estudio, sólo). Casi nada
Eliminar