jueves, 26 de noviembre de 2020

F152 - Praga (IV): Un avión biplano sobre un campo de amapolas (abril 2006)

 

Existen personas, y ciertos personajes, que se repiten a lo largo de tu vida, que te persiguen allá donde vas, como si su única misión fuera tratar de entretenerte, o al menos distraer tu rutina, despejar la soledad que llevas siempre en la mochila. La tercera noche apareció uno de ellos: Fabio. Italiano, flequillo negro, delgado y puro nervio. Un guindilla, que decimos en mi pueblo. Fabio era la copia barata de mi querido Koldo, el vasco-navarro rey del reciclaje, quien supo ganarse mi confianza, y mi afecto, a pesar de sus excentricidades y su verborrea pseudo-histórica. El bueno de Koldo.

Lo nuestro era un cóctel lingüístico, un buen chorro de inglés nivel intermedio, acompañado de una dosis generosa de español y, antes de agitarlo, añadíamos unas gotas de italiano. Mas bien, Fabio lo hacía, yo me limitaba a saborearlas y extraer su significado dentro de aquella coctelera verbal.

Fabio era un tipo simpático. Hablador, risueño y algo fantasma. Fabio era un italiano de cómic. Una caricatura con patas. Poseía esa cualidad hipnótica. Hablaba y hablaba y hablaba, mirándote a los ojos. De vez en cuando, su mano izquierda barría de una rápida pasada el largo flequillo que a ratos ocultaba uno de sus ojos. Koldo registró la patente de aquel tic. A la segunda pinta y quinto o sexto gesto, tentado estuve de preguntarle si tenía un hermano gemelo en Elizondo.

̶  Jorge, my friend, esta noche te voy a presentar a unas pibitas checas.

No fueron sus exactas palabras. Mi memoria es un saco agujereado. Ciertos recuerdos son tan diminutos que se cuelan por los agujeros del fondo. Mas fue una expresión similar, o así me gusta recordarla.

Fabio cortaba el bacalao en Praga. Conocía los mejores bares de copas, sabía de memoria todas las triquiñuelas burocráticas, las argucias legales  ̶  o casi  ̶  para sobrevivir en aquella capital centroeuropea con un idioma extraño y una mezcolanza ciudadana. Al menos así lo creía él, en su cabecita alocada. Koldo hubiera hecho buenas migas con este individuo, pensé, o se hubieran liado a cabezazos, entrechocando sus respectivas cornamentas de machos alfa. Me quedé con las ganas de preguntarle si reciclaba.

Para mi sorpresa, Fabio dijo llevar en la República Checa desde febrero del 2002. Lo miré con asombro. Por favor, dime que no aterrizaste el día 20. La frase escapó de mis labios, a pesar de haber sido diseñada para permanecer en el interior de mi cerebro. Quedó callado. Algo casi milagroso. Inclinó ligeramente la cabeza, ayudando a despejar su ojo izquierdo, el flequillo colgando cual cortinón desencajado. Respondió con una negativa. Aclaró que no recordaba el día exacto, pero que fue a principios de mes.

̶  Esa fecha es capicúa  ̶  añadió, lleno de misterio.

̶  Lo es. Fue cuando yo llegué a Edimburgo.

̶  Mamma mia, you lucky bastard! Las estrellas están en tu bando.

Eso exclamó, aquel italiano desubicado, mientras pedía a gritos dos chupitos para celebrarlo.

Aquella noche, por fin, logré catar un poco el ambiente nocturno de la ciudad. The night scene, como lo denominaba Erika, tal vez un deje neozelandés o australiano para referirse a The night life, que dicen en Escocia. Bares, discotecas denominadas clubs, gente por las callejuelas a pesar del frío, puestos callejeros de perritos calientes, risas, algún que otro chillido, adrenalina, juventud, olor de motocicleta.

El malestar me concedió un pequeño break a base de voluntad, ilusión y algo de química. Ésta de la legal, adquirida con tique al amparo de la cruz verde. Nunca fui amigo, ni siquiera conocido, de la otra categoría. Bastante pedrada llevo en la cabeza, que dicen en mi pueblo, como para aliarme con Darth Vader en su lado oscuro.

Aun así, me acosté a una hora prudencial. La cerveza y sus parientes próximos comenzaban a reprochar mi conducta. La química izó bandera blanca hace rato. Los temblores ganaban terreno, palmo a palmo.

Oscuridad. Silencio, tan sólo roto por algún que otro grito procedente de la calle, o un petardazo de tubo de escape. Aroma a radiador caliente. Sopor febril. Soledad embriagadora. Las yankees todavía de picos pardos. Divina salud, bendita adolescencia, quien las pillara. Brazos sobre el pecho, cual muerto vivo. Toneladas de mantas. Calcetines gruesos. Pantalón de chándal poligonero. Camiseta ajada.  Los párpados, pesadas persianas metálicas que caen mientras el dueño en el interior hace caja. El sueño echa un pulso con el pensamiento. Planes para mañana, rutas, monumentos, cementerio judío, casa museo de Kafka. Las notas mentales, nubes bajas. La niebla extiende sus garras. Paseo de la mano con Erika, un campo de amapolas, un avión biplano vuela raso, su pelo alborotado, sus manos, sus labios, su risa clara de muchacha traviesa…

He debido de caer dormido.

 

8 comentarios:

  1. El tal Fabio se las traía, no estabas tú para mucha night life tampoco.
    Algún que otro Fabio he conocido pero a mí ese perfil de personas me agota, como para dosificarlas..
    La química (legal) es lo más, una pasti y a dormir.
    Saludos nubosos!
    Eva

    ResponderEliminar
  2. Hola Eva,

    Gracias por tu nueva visita y comentario.

    A mi también me agota ese tipo de gente. Soy bastante más tranquilo, y con los años peor se lleva. Más asocial me vuelvo jaja.

    La química (legal) ya sólo la uso si la cosa está muy fea. Cada vez lo evito más.

    Un saludo, y a cuidarse.

    ResponderEliminar
  3. Para eso está la química... para ayudar cuando se necesita 😀😀😀
    Yo espero no necesitarla este invierno.

    ResponderEliminar
  4. Hola Andrómeda,

    Pues sí. Winter is coming! jaja

    Esperemos que no venga muy crudo. Que ya tenemos bastante con lo que tenemos.

    Un abrazo.

    ResponderEliminar
  5. Salir con italianos, en cualquier lugar del mundo, es una experiencia no sólo recomendable, sino que debería ser casi de obligado cumplimiento.

    El mío en Francia se llamó "Tomasso" y, en Alemania, como ya había probado el mejunge, se llamaron "Marco" y 'Massimo", donde la cosa alcanzó niveles de película de Fellini :-))

    En Holanda, desafortunadamente, ningún italiano para salir (eso explica muchísimas cosas sobre mi experiencia).

    A seguir escribiendo, que estás en racha :-)

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Paquito,

      Tengo pendiente responderte largo, a lo otro.

      Pues sí, es una experiencia, pero a mí me cargan un poquito. Con uno, en plan salir a una copa pues estaba bien, pero ya varios no me atrevo jaja. Pero los jodidos son como los gallegos, hay uno allá donde vas.

      En Holanda veo que son gente seria jaja.

      Gracias por los ánimos y comentarios.

      A cuidarse.

      Eliminar
  6. Ahora que vuelves a nombrar a Koldo me doy cuenta de que lo echaba de menos :-)

    Besos.

    ResponderEliminar
  7. Hola Devo, te acorto ese nick tan largo, si no te importa.

    Koldo siempre estará ahí, en mi mente. Como Rachel y tantos otros.

    Que me alegro que me sigas.

    Besos para tí también.

    ResponderEliminar

Su opinión me interesa