Regresemos a
aquel año que grabó a fuego su cifra en mi memoria. Un año que confirmó el
acierto de mi huida, que me reafirmó en mi deseo de continuar la aventura
escocesa. 2005, más de tres años desde aquel viaje cargado de kilos y kilos de
ropa, víveres, ilusiones… y temores.
Erika poseía el don de la
omnipresencia, cual diosa vikinga. Estaba en todos los lugares: en el supermercado
–agazapada entre las lechugas y tomates ̶ , en clase ̶ haciéndome
burla tras el serio semblante del profesor ̶ ,
a bordo del abarrotado autobús ̶ su reflejo sobre la oscura superficie de la
ventanilla, su rostro moteado de gotas de lluvia ̶ en el
sendero que bordea el canal ̶ riéndose de mi estilo zafio de corredor sin
vocación, entonces guiñando un ojo, susurrando en mi oído: “¡ánimo campeón, tú
puedes, te espero tras la meta, anhelo tus torpes manos, tu perezosa sonrisa,
tu mirada ingenua, tu alma blanca! ¡ánimo mi héroe, rescátame de este edificio
en llamas, apaga mi fuego interior!”. Erika okupó una estancia en mi mente, pateó la
maltrecha puerta, cambió la cerradura y se negó a abandonarla, riéndose de los
vecinos, maldiciendo a la Policía, torturándome el alma.
Leo,
releo mis viejas fargaditas escritas
a lo largo de todos estos años. Algunas desde el cariño, desde la nostalgia,
con alegría e ilusión, otras parapetado tras la tristeza, con camuflaje de
rencor y un puntito de resentimiento. Erika nunca mintió. Jamás clavó su puñal
en mi espalda: “No te ilusiones. Esto es pasajero. Regresaré a mi lejano país.
Disfruta el momento. Carpe diem”. “Camino,
hoy, junto a ti porque adoro tu
compañía. Mañana, en el próximo cruce, tomaré el ramal contrario al tuyo”. Todo
esto leía mi mente romántica, mal acostumbrada desde la cuna por los cuentos de
Princesas encantadas, comedias de amoríos jolibudienses,
y series de eternos treintañeros que pasan sus días sonriendo, acomodados
en enormes sofás de un Café que no cierra nunca. En la cruda realidad, sus
palabras tempranas estuvieron impregnadas de un pragmatismo neozelandés de
manual de supervivencia: “Mira Jorge, estoy contigo porque me gusta tu
compañía. El día que no me guste, dejaré de estar contigo”. Como dicen en mi
pueblo, al pan, pan y al vino, vino.
Mas
aun quedaban meses para las lágrimas, las puertas cerradas y los móviles mudos.
̶ ¡Hola guappo! ̶
su habitual saludo, tras yo pulsar la
tecla verde de mi pequeño Nokia azul, que había emitido el nananá nananá de Kylie Minogue, apenas unos segundos antes. Jamás dos sencillas palabras produjeron tantas
sonrisas en mi rostro.
̶ Hi
gorgeous, how´re you doing? ̶
respondí, intentando sin éxito imitar la entonación de Joey, el guaperas
ligón de Friends, un tipo capaz de
soltar el cierre de un sostén tan solo con la mirada.
̶
¿Oye majo, tienes planes para sábado doss
de Julio; estarás libre para mí? ̶ me entusiasmaba que usara aquella palabra tan
riojana que yo utilizo a menudo, pero no me provocaba el efecto experiencia pseudoreligiosa que lograba
con su característico guappo.
̶
Espere señorita. Consultaré mi abultada agenda… mmm… pues no tengo
ningún compromiso, y si lo tuviera tiraría la maldita agenda a la basura. Por
supuesto que estaré libre para ti ̶ su carcajada de niña traviesa traspasó la
línea del móvil, inundó mi habitación, me derribó sobre la cama con las piernas
temblorosas y el corazón palpitando como un potro salvaje, desbocado, pradera
abajo. Adoraba hacerla reír con mis tonterías.
̶
¡Hay eventto muy impportante. Ttenemos que acudir: The White March: Make Poverty
History! ̶
concluyó. La gran marcha blanca, una manifestación que se esperaba multitudinaria
por las calles de Edimburgo, todos vestidos de blanco. Una cadena humana para
combatir la pobreza en el mundo. Bono, tras sus ridículas gafas de sol y sus
millones, en el centro del tinglado, el alma de la fiesta. Muy Erika todo ello,
siempre combatiente contra la injusticia, defensora del débil, con su cabecita
habitando un mundo imaginario, donde Pin y Pon son felices, comiendo hierba de
colorines en prados multicolor. Sobre-cualificada para un casting en busca de protagonista de la canción de Robe Iniesta:
“Es capaz de nadar en el mar más profundo.
Igual que un superhéroe, de salvar al mundo.
Donde rompen las olas
salva una caracola”
Igual que un superhéroe, de salvar al mundo.
Donde rompen las olas
salva una caracola”
̶
¡Claro que acudiremos, juntos! ̶ respondí entusiasmado, plenamente consciente
de que ese sábado trabajaba en el super, conocedor de que a mis jefes aquello
de la hambruna mundial no les movería un ápice la aguja. El cuadrante era el
cuadrante, y si no había personal podría ir olvidándome de salvar a los niñitos
hambrientos o de liberar a la ballena Willy. El business no entiende de sentimentalismos. Pero eso ya lo
resolvería. Una minucia. Una piedrecita en el camino.
Por
Erika hubiera acudido a manifestarme en defensa del escarabajo pelotero,
vestido de amarillo, con mallas rosas y antenas luminosas.
No
soy de asistir a manifestaciones. De ningún tipo. Ni siquiera las futboleras.
Las políticas ni me lo planteo. Aborrezco a todos esos sinvergüenzas por igual.
Una única mani con mi presencia acude a mi recuerdo. Logroño,
año 1987. Contra la Reforma Educacional, la primera de una futura larga y
triste lista. Unos pipiolos éramos, rostros tersos, cabello espeso y sano,
mentes ingenuas, ojos chispeantes, piernas fuertes, puños en alto. Gritando
hasta la afonía aquella vieja consigna a unos policías, con sus uniformes color
leño, cascos con visera transparente y enormes escudos, con las largas porras
al cinto.
¿Esos de marrón, de qué Colegio son!
¿Esos de
marrón, de qué Colegio son!
Y los duros policías nos contemplaban
entre divertidos y absortos, o tal vez algo preocupados. A dónde van estos
pobrecillos, pensarían, a ver si se cansan ya de berrear y acaban de potes en la Laurel, y nosotros nos
comemos el bocata.
Mientras tanto, el punky Cojo Manteca pasaba a la Historia en Madrid, reventando semáforos y farolas a golpe de muleta.
Mientras tanto, el punky Cojo Manteca pasaba a la Historia en Madrid, reventando semáforos y farolas a golpe de muleta.
Friends vuelve a estar de moda :-D
ResponderEliminarBesos.
Nunca dejó de estarlo.
ResponderEliminarGracias guapa, por seguir ahí y comentar.
Besos
Ah, mira, leí antes la segunda parte que es el post siguiente. Pues sí, la causa era Erika, pero oye, que es perfecto.
ResponderEliminarY dos cosas más:
1) Aunque no soy mucho de echar la vista atrás, creo que lo haces con un resultado sano. Incluso vuelves a escenarios donde fuiste feliz a rememorar, yo no sé si todo el mundo lo haría, pero de conciliación, supongo que algo más, es, me llama la atención.
2) Me gusta la atención personalizada a los comentarios de tus lectores. Gracias.
Ava
Hola Ava,
ResponderEliminarCurioso, yo también descubro tu primer comentario (cronológicamente) tras el segundo.
Ya te contesté en el anterior.
Bueno, como tu supongo sabes (esto del anonimato jeje) este blog nació con esa meta. Rememorar. Poner sobre papel una serie de recuerdos y vivencias que marcaron mi vida. Son chorradicas, no luché en ninguna guerra ni fui corresponsal en Afganistán. Pero son mis pequeñas batallas.
Obviamente, tal y como indico en el encabezamiento, no todo lo relatado ocurrió. Y hay parte de ficción, incluso personajes. U otros basados en personas reales.
Lo de Erika, creo que se nota, está basado en una persona real. Fue alguién especial en mi vida. Me hizo daño. Me hice daño yo solo. Ley de vida. Ella me lo advirtió desde el primer minuto. Yo opté por saltar al vacío. Pero a veces hay que saltar al vacío.
Trato de corregirme, de ser algo más justo, pues en su día escribí que "Erika me mintió y me apuñaló por la espalda", algo así. Y no es cierto. No es justo. Pero tampoco quiero corregirlo en aquella Entrada. Lo escrito, escrito está. En su día me sentí así. Punto.
Sigo en contacto con ella... by the way.
Un saludo, Ava.
No acabé de explicarme bien. Me hizo daño, claro, pero me dio un cariño y un trato como nadie me había dado. Como pareja, se entiende. No familia.
ResponderEliminarSiempre la recuerdo con cariño, con una sonrisa. Jamás la he culpado (en mis recuerdos Totales) de mi abatimiento, del resultado final. Yo sabía donde me metía, firmé el consentimiento y entré, a saco.
Sigo buscando eso, en una pareja, esa sonrisa, esa ilusión, ese verme y que le chispeen los ojos. Algo tan simple y sin embargo tan difícil de hallar.
Otro saludo.