No lo podía creer. El año había llegado a su fin y casi
no me había enterado. Pronto cumpliría dos años en la bonnie Scotland, algo que ahora desde la distancia temporal cercana
a la docena de primaveras se me antoja ridículo, pero que en su día me provocaba
incluso vértigo pues nunca soñé con quedarme tanto tiempo.
No lo podía creer. El 2003 había volado, yo había logrado
sobrevivir una temporada más, tenía un trabajo, acababa de estrenar un piso
maravilloso, contaba con un número importante de amigos (más de los que nunca
tuve, sobre todo del sexo masculino) y sin embargo, estábamos a día treinta ¡y
yo sin un plan para la Hogmanay!
El día anterior resultó un completo fracaso. Nuevamente
mi mente de españolito me jugó una mala pasada. Lo tenía todo planeado al
dedillo y ¡zas, con la Gran Bretaña y sus estrictas normas topamos! Trabajaba
de turno de mañana y se me ocurrió la brillante idea de meter en la mochila una
bonita botella de cava, Freixenet Cordón Negro, bien fría (¡qué ilusión sentí al verla allí
solita en una de las baldas del Tesco!). Todavía recuerdo la cara de espanto
que puso la jefa de enfermeras cuando, ingenuo de mí, le propuse echar un
pequeño brindis con todos sus compañeros allí en el cuartito que compartían
para sus ratos de sosiego, junto al control de enfermería. "¡Noo Jorge, please!". Sally me miraba por encima del hombro de su jefa, ojos chispeantes y sonrisa
traviesa, diciéndome telepáticamente: “Ya me tomaría yo la botellita a medias
contigo, guapetón”, (pero seguro que era fruto de mi calenturienta imaginación,
otra vez). Así que la hermosa botella tuvo que ser devuelta a la mochila, muy a
mi pesar. Nuevamente había olvidado en qué país vivía, sus normas, sus
costumbres, su rigidez para ciertos asuntos. Había olvidado que sus gentes no
saben abrir una botella de vino y dejarla sin acabar. Una vez que salta el
corcho, parecen no conocer cómo detener la ingesta de alcohol. Para ellos el
concepto de botella a medias carece de sentido. La botella está llena, y
después vacía. Punto, sin medias tintas ni tonterías. De ahí la estricta
prohibición del consumo de alcohol en el lugar de trabajo, bajo cualquier
circunstancia o situación. Otra vez, muerto el perro se acabó la rabia. Una
botella de champán entre más de doce personas, calculen ustedes el peligro.
Años más tarde caería en la cuenta de hasta qué punto llegan a ser estrictos en
este asunto, cuando trabajando de cajero en un supermercado me impidieron (mi supervisora) venderle una caja de bombones a una chica de diecisiete años…
porque contenían licor.
¡No lo podía creer, Nochevieja y continuaba sin plan!
Afortunadamente un viejo conocido acudió a mi rescate. El
bueno de John me llamó aquella misma tarde. Contemplé en la pantallita del móvil su
nombre y una sonrisa iluminó mi abatido rostro. “¡Hola mi amigo!”, dijo con su español de guiri, “¡Maniana fiesta, Nuevo Anio
Fespira!”, traduciendo literalmente la denominación utilizada en su idioma
materno (New Year Eve), a golpe de diccionario, en tiempos todavía tempranos para San Guguel y los teléfonos inteligentes. “Se
dice Nochevieja, John”, le contesté con recobrado entusiasmo.
Aquel último día del año nos juntamos en un piso de los
amigos de unos amigos de John. Algo habitual en este tipo de reuniones. En
ocasiones llegas a festejos en los cuales casi no conoces a nadie, algo que no
supone ningún problema, cuando la bañera del cuarto de aseo está llena de
cervezas incrustadas en cientos de cubitos de hielo.
La vivienda estaba en Marchmont, zona habitual de pisos
de estudiantes universitarios. La ubicación era perfecta pues el enorme parque
de los Meadows quedaba a tiro de piedra, lugar ideal para contemplar los fuegos
artificiales que serían lanzados sobre el castillo pasadas las doce de la
noche.
La velada comenzó a base de chupitos de licor y cervezas
Brahma. Varios de los asistentes eran brasileños, así que decidimos celebrar la
temprana entrada del 2004 en su lejano país a las diez de la noche, hora
escocesa. A ritmo de samba, bailando con dos bellezas rubias, altísimas y de
ojos azules que me juraban y perjuraban ser brasileñas. Del sur, decían
proceder. Yo, que empezaba ya a escorar con tanta birra, caipirinha y agua
de los floreros, pensé que me tomaban el pelo. Aquellas mozas debían de ser noruegas
chapurreando portugués. Mas al ver cómo movían las caderas, sus vientres planos
y adornados con brillantes, sus risas y los achuchones a que me sometían,
concluí que sí que tenían que ser del Brasil. Viendo aquellos dos monumentos
comencé a elaborar en mi mente la consabida lista de buenos propósitos para el
nuevo año: perder algo de peso (decidido, tiraría la maldita báscula por la
ventana), dejar de fumar (fácil, jamás me inicié) y apuntarme a una academia para
aprender portugués, echarme la mochila al hombro y emigrar, de nuevo, a aquel paraíso
terrenal donde habitaban angelitos sin alas como las que danzaban ante mí.
A las once llegó la Nochevieja española. A falta de uvas
abrimos una gigantesca bolsa de pasas y fuimos repartiéndolas a montones de
doce, trece o veintidós, entre los presentes. Escuchamos las campanadas por
internet y entre carcajadas nos comimos las doce
uvas viejas a puñados. La samba tornó en rumba flamenca, rock alternativo y
música de Manu Chao. La cerveza brasileña dio paso a la San Miguel y las caipirinhas a los gintonic.
Casi a punto de dar las doce de la noche, bajamos a
trompicones las escaleras de aquel piso. Anchas, de piedra desgastada, sucias,
saltamos sus escalones de tres en tres dando horas extra de trabajo a nuestros
ángeles de la guarda. Llegamos entre jadeos y tambaleando a los Meadows. Nos
tumbamos en grandes mantas de cuadros escoceses (que alguna de las chicas, más
sobria, había recordado llevar). Y allí tirados, con botellas de champán pasando
de mano en mano, contemplamos el hipnotizante espectáculo de los fuegos de artificio, que enmarcaban el viejo y huraño castillo con luces de colores, invitando a
soñar y a repartir piquitos entre las
bellas escocesas, y entre las que no eran escocesas. Celebraba mi segunda Hogmanay en la mágica Edimburgo. Di un
par de sorbos cuando me pasaron una de las botellas, brindando mentalmente por
David (cuya compañía en la anterior New
Year Eve vino a mi memoria), por Bea y por toda mi gente allá en mi querida
y olvidada, añorada y odiada, España.
…
Desde mi pequeño rinconcito escocés, desearles a todos
mis lectores una feliz salida y entrada de año (tal y como decíamos en mi
pueblo).
¡Feliz Año 2014!
Feliz año Jorge, esta Fargadita me emocionó casi tanto como la del primer fin de año que relataste hace ya innumerables páginas, y que aún recuerdo como una de las mejores. Se nota la emoción y ese instinto, una suerte de juvenil y aventurero, con cada nueva palabra, y como ya dijo un visitante alguna vez, se nota por encima de todo la sensación de estar "muy vivo".
ResponderEliminarPues eso, te deseo que en este nuevo año recuperes eso, y te sientas más vivo que nunca una vez más, y por supuesto que nos lo hagas saber con las nuevas fargaditas que estén por venir, y que yo al menos estaré esperando.
PD: Ánimo con la psicología, si es que era eso lo que estudiabas (si es así, ya tenemos algo en común).
Y fin de la parrafada, que tanta letra no es mi estilo.
Feliz año 2014 ;)
Muchas gracias por tus palabras Green. Sí, recuerdo que comentaste en aquella ocasión que era una de tus favoritas. Ten en cuenta que relato estas pequeñas historias basadas en ciertos sucesos de hace diez años, por tanto lo que recuerdo son las sensaciones, de ahí lo de sentirse "muy vivo" que comentas. Obviamente le echo algo de imaginación al asunto pues si no carecería de gracia la cosa.
EliminarUf, la psicología quedó aparcada en un rincón del garaje de la vida, cubierta de polvo, con los neumáticos desinflados...
Gracias por leerme y sobre todo por comentar. Me encanta que comentéis.
Buenos días
ResponderEliminarAl final eres tú el único superviviente de toda esa pléyade de personajes que han desfilado por tu vida. Pero lo bueno es el buen sabor de boca que le dejan a tu memoria pasada, cosas así son las que a uno le hacen sonreír cuando vuelve la vista atrás, encaramado sobre la atalaya de la nostalgia.
En cuanto a la botella de champán… no era mala idea, of course, pero con una caja de bombones a modo de compañía y un ramito de cardos, seguro que a la manager la terminas de ablandar como a la gelatina… Por no hablar de la sweet Sally.
Bueno, no te doy más la murga, feliz 2014 Jorge, a ver si este año eres mas feliz que el pasado 2013.
Santurtziarra
Gracias por tu comentario Antxon.
EliminarEl 2014 se seguirá intentando amigo, se seguirá intentando.
Me gustan tus relatos sencillos y exquisitos, contados con la sensibilidad del que se detiene en el camino, siente, reflexiona y vive.
ResponderEliminarQué menos que agradecerte por esos ratitos en los que más de una vez me he identificado.
Un muy feliz año nuevo lleno de vivencias pequeñas o grandes, que den much
.... mucho "material".
ResponderEliminarUn abrazo,
viki
Gracias Vik, por leerme, por tus palabras, por tus deseos.
EliminarMe extrañaba a mí tanta visita desde spaniards, así que fui a ver... ¡Gracias por la publicidad! jejeje. Que pases otro gran Fin de Año (quizá dé para una futura fargadita)
ResponderEliminarDe nada Arabella, lo que está bien realizado y hecho con cariño y honestidad (como tu blog) merece ser proclamado a los cuatro vientos.
EliminarGenial!, sigo mucho tu blog, cuando puedo.
ResponderEliminarPor cierto, como es eso de que en Brasil celebran el año nuevo antes que los ingleses?
Gracias. Cuando eran las 12 noche en Brasil, en Edimburgo eran las 10 noche.
EliminarBrasil esta al oeste, por lo que es al reves, asi pues o lo celebrasteis a las 2 am en Edimburgo o lo hicisteis con el horario de otro pais, mas al este.
EliminarBrasil está en el hemisferio sur. Ahora en Brasilia (capital) son las 10.20 pm (chequeado en internet), aquí en Edimburgo son las 12.20 pm. 2 horas de diferencia.
EliminarUn saludo.
El hemisferio no importa aqui, como tu mismo viste, en Brasilia son las 10:20 PM por lo que tu entraste antes al dia 18 que ellos, que aun estan en el 17.
ResponderEliminarBueno, ahora estan a 6 de Febrero xD
Brasilia * Thu 19:39
ResponderEliminarAuckland * Fri 10:40
London Thu 21:41
Copiado tal cual ahora mismo (Ecimburgo, Thu 21:41)
Amigo, evidentemente el hemisferio influye.
Un saludo
Olvidé citar la fuente:
ResponderEliminarhttp://www.timeanddate.com/worldclock/
Pues yo iba a hacer el mismo comentario. Estoy al lado de Brasil, y cuando en España están en las uvas, acá son las 6 de la tarde, y en Brasilia las 8 de la noche... el hemisferio no influye, son los meridianos. Un abrazo
ResponderEliminarBueno. Pues nos inventaríamos algo. Ya no recuerdo. Pero las brasileñas celebraron su año nuevo antes que nosotros.
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