El tiempo pasa volando. Lo
decimos tan a menudo que acabamos olvidándolo. Cada año que transcurre el
proceso se hace más breve. Es como si hace once años viajase en clase turista y
actualmente lo hiciera en la zona vip. Cada año más corto, más rápido, más
cómodo. En un tobogán enloquecido que nos roba juventud y agilidad. Contemplo
ahora mismo mi fotografía de aquel año. Es una pequeña foto pegada en el carnet
del Jewel Esk Valley College. Tengo el rostro aniñado a pesar de mis cumplidos
32 años. Pelo algo largo, con mechas rubias. Un aspecto de veinteañero. Una
década de retraso, o de adelanto, según se mire. Mi eterno problema. Edad
frente a apariencia. Reflejos en el espejo que mienten, que te muestran una edad
tan sólo en la superficie. Una edad que dejaste atrás hace casi diez años, pero
que se resiste a abandonar tu cuerpo, tu rostro. A veces me pregunto si habré hecho
un pacto con el diablo, así sin darme cuenta. Un intercambio faústico: un aspecto
juvenil a cambio de mi alma. Un trato firmado con sangre que no recuerdo haber sellado.
Debió de ser mientras dormía, confundido en brazos de Morfeo, sucumbiendo al maligno
en forma de sensual y ardiente pelirroja.
Ahí estaba yo, camino de cumplir
mi primer año en la bella Escocia. Empezando a rodar por el 2003, con la
confianza del ya no tan principiante corredor. Tan ocupado que me cuesta creer
que tuviera la energía suficiente. Seguía peleándome con las enormes cacerolas
en la cocina del gimnasio. Preparaba el examen del First –con los malditos phrasal
verbs− en el colegio. Continuaba la carrera de psicología que dejé aparcada
al irme de España. Salía de juerga con los del trabajo. Quedaba con los de
clase. Disfrutaba con Bea y David de las visitas a pueblecitos con sus
castillos, museos, carrot cakes y acantilados.
Soñaba con los ojos abiertos y dormía con los pies fríos.
Sí, decidí matricularme en un par
de asignaturas gracias a las facilidades que ofrecía la U.N.E.D. Aprovechaba
mis días off para acercarme a la
biblioteca. Mis tochos de libros en la mochila. Reviviendo viejas experiencias.
Apuntes tomados en otra vida. Tarjetas de cartón con caligrafías que me
trasladaban en el espacio y en el tiempo. Marcadores fluorescentes y bolígrafos
de colores.
Era semana de exámenes. Sopesé la
idea de presentarme en mi ciudad norteña en España. Pero desistí debido a
razones económicas y al poco tiempo transcurrido desde mi visita. Por tanto la
opción más adecuada era Londres. Las pruebas se realizaban en un colegio
español de la capital inglesa. Días atrás pasé horas de planificación (mapas,
hostales, vuelos, trenes, metro) complementadas con horas de repaso. El estrés
despertaba a gritos el punto negro en mi espalda. Aquella vieja lesión, cosechada en el taller de Hombres, venía reclamando protagonismo. Yo la combatía
a base de duchas calientes, placenteras lecturas nocturnas y matutinos cola-caos
con magdalenas. No hay mejor remedio contra el estrés que resucitar la magia de
las mañanas de tu infancia. Mañanas de estufa de butano, peinado con raya,
abundante colonia y besos maternos. Y aquellos cola-caos con magdalenas.
El plan era ir tres días al Big Smoke inglés, rellenar las casillas
de dos tests – a poder ser con la respuestas correctas−, hacer un poco de turismo
paleto –sí, lo admito, yo también me hice la foto delante de un jinete de la
Guardia Real− y vuelta a Edimburgo. La excitación crecía cada día que pasaba. Sería
la primera vez que pisara la gran ciudad. Ya me veía subido en su metro, o en
esos gigantescos autobuses rojos, extraviándome por sus grandes avenidas y sus
estrechas callejuelas. Yo, ¡que me pierdo en mi pueblo! A mi lado el gran Paco Martínez Soria (que volvía loca a mi madre) sería un GPS con patas. Cuando me
fabricaron olvidaron instalar el sistema de orientación y localización. La
visión espacial dejémosla para los astronautas. Yo me guío por el sabio
refranero español: donde fueres haz lo
que vieres y por supuesto: preguntando
se llega a Roma.
La víspera del vuelo me encerré
en el baño. Estuve tres horas, gomina en mano, preparando mi peinado
londinense. Una especie de cresta punkie sin orden ni concierto. Compuesta de
diferentes churros de pelos, gruesos y de varios centímetros de altura. Todo
ello a juego con una camiseta negra, con la leyenda de un grupo punk con nombre
de enfermedad venérea. Rachel desistió de aporrear la puerta y se fue a mear al
jardín. Junto al perro del vecino. Mientras mascullaba juramentos en gaélico y
arameo.
Al fin salí. Entré en el living room donde Rachel daba cuenta de
un plato lleno de salchichas, huevos revueltos, morcilla escocesa y panceta
autóctona –ignoro donde metía la chica tanta caloría−. Me paré en el umbral de
la puerta, brazos en jarra como si fuera a tirar un penalti.
“I´m going to London, baby!”
Rachel, sorprendida, se giró y
quedó con la boca abierta, ahí enseñándome todo el revuelto calorífico entre
sus bellos dientes. Se rió como ella sólo sabía hacer. Como una muchacha
traviesa. Sus ojos brillaron con lágrimas mientras luchaba por no morir atragantada
con el bacon. Cuando al fin tragó, se calmó y me dijo:
“Hey man, you look cool!”
No sé qué pensarán ustedes, pero
a mí me hizo ilusión. Tal piropo viniendo de una jovenzuela de veintitrés
primaveras.
No, si al final se lo tendré que agradecer
al diablo.
Sigo leyéndote con la misma fascinación... Vivo, revivo y pre-vivo a través de tus palabras. Ya estoy esperando a la segunda parte.
ResponderEliminarY me has recordado algo. Hace dos años visité mi instituto y mi profesora de literatura me dijo: "Estás exactamente igual, como si ahora mismo vinieras camino de mi clase. Pero hay algo en tus ojos que ha cambiado, aunque eso no lo pueda ver cualquiera" :)
Un abrazo
Gracias M. viniendo de tí el cumplido es doble.
EliminarY llevas razón... los ojos acaban delatándote.
Un abrazo (yo también sigo leyéndote a saltos, de año a año).
(Y te he hecho publi del blog en el foro!!) :-)
Eso he visto por ahí :) Aunque, si es donde creo, veo que el hilo ha ido evolucionando, o como mínimo habéis escrito bastante, así que lo leeré luego con calma...
EliminarGracias, como siempre, por tus palabras :)
Un abrazo
Bien! ya me llegan las actualizaciones del blog a mi correo. Un abrazo!
ResponderEliminarGracias, me alegro.
EliminarUn abrazo
(He ampliado en mi perfil las posibilidades para comentarios. No sabía que lo tenía bloqueado. Lo he dejado abierto a cualquiera, incluso anónimos).
Eso sí, si alguno se pasa de listo ¡zas! lo borro. :-)
Me has recordado mis días de estudiante de Psicología en la UNED...cuantísimas horas empleadas en algo a lo que aún no le he sacado partido!!. Disfruto de tu blog así como a sorbitos cortos...gracias!
ResponderEliminarGracias. ¡Horas y dinero! Yo también hacía Psicología. Tuve que dejarlo (tras 3 cursos aprobados), pero eso lo explicaré en una futura Fargadita.
EliminarGracias por leerme!