viernes, 15 de febrero de 2013

39- Charlas y Bolsos; Risas y Galletas de Chocolate (15 marzo 2003).



El curso avanzaba sin esperar a nadie. Carecía de piedad o empatía. Si estabas agotado como resultado de una larga semana entre platos sucios, cacerolas que frotar y cervezas trasnochadas, el fin de semana tu homework te miraba a la cara y se reía de tus lamentos.

El examen para el First se acercaba. En unos pocos meses me enfrentaría a mi primera gran pregunta: ¿Realmente he mejorado mi inglés?

Aquel curso fuimos un grupo de alumnos privilegiados. Contábamos con dos profesoras – Wendy (irlandesa) y Alexandra (escocesa) − que se desvivían por nosotros. Su único objetivo en esta vida parecía ser, que el mayor número posible de alumnos pasara las famosas pruebas del First (Speaking, Listening, Writing, Reading y Grammar).

Wendy era una persona encantadora. De naturaleza simpática y abierta, pero una profesional como la copa de un pino (que dicen en mi pueblo, y que nunca entendí semejante comparativa). Era una profesora la cual notabas que se preparaba cada lección como si en ello le fuera la vida. Tenía el necesario sentido común a la hora de dividirnos en parejas o grupos, mezclando a los españoles – gran mayoría− con estudiantes de otras nacionalidades. Además contaba con mano izquierda, para saber encauzar una clase cuando se iba por otros derroteros (normalmente a consecuencia de discusiones absurdas entre nosotros, los ibéricos, tanto en inglés vallecano como directamente en español). Recuerdo una vez que nos enzarzamos en una disputa dialéctica entre dos grupos, sobre algo tan banal que ni lo registré en la memoria, y que yo mismo zanjé con un “C´mon man don´t sell me the motorbike!” que arrancó carcajadas entre los spaniardos y bocas abiertas entre chinos y polacos (que no entendían que tenía que ver la venta de una moto en todo aquello).

Alexandra era una señora mayor, de Glasgow. Gafas redondas y pelo gris larguísimo, en coleta hasta la cintura. Era tan mayor que todos creíamos que le faltaban no días, sino minutos para jubilarse. Hablaba con voz dulce y suave. Apenas un susurro. Necesitabas toda tu concentración sólo para escucharle. Esto, junto a su acento cerrado de Glasgow provocaba un silencio respetuoso y atenazado en la clase. Alexandra nos preparaba para la prueba de hablar. El llamado speaking. Recuerdo todavía sus sabios consejos. Nos decía que hablásemos continuamente en la prueba (un diálogo con tu establecido partner, comentando una foto, delante de los examinadores). Si desconocíamos una palabra, debíamos dar un rodeo en nuestra declamación, eligiendo otras palabras para expresar lo deseado. Que no nos preocupásemos por los errores. Si bien, tratáramos de no dar graves patadas a la gramática de su Graciosa Majestad. Mejor hablar que quedarse callados, era su lema. “Keep talking, you just keep talking” todavía la escucho en mi cabeza (tras tantos años), con su voz dulce y su marcado acento de Glasgow: alargando las vocales en ambos verbos: sonando algo así como: “kiiip toooking, iu iest kiiip toooking”. Y claro, yo seguí su experto consejo. ¿Cómo no hacer caso de una profesora de por lo menos ciento cuarenta y dos años?

Volvieron los cafés de máquina en vasito de plástico, las charlas, las risas en la cantina. Nacieron nuevas amistades que fueron cuajando a base de diálogos en inglés , en español y en spanglish. Al igual que conocí a Bea y David, entre libros y diccionarios, también Marta y Cristina entraron en mi vida. Ésta asturiana, aquella gallega. Eran como la leche y el colacao. Tan diferentes que no podían estar separadas ni un instante. Eran como Pin y Pon, imposible hablar de una de ellas sin mencionar a la otra.

Marta y Cristina compartían un pequeño piso en Dalry Road. En seguida nos aficionamos a las visitas de café de kettle, cotilleo y galletas de chocolate Mcvitie’s (cuyo ingrediente secreto impide que empieces un paquete y no lo termines). Nos dedicábamos a despellejar a éste o aquella, planear brillantes futuros o arreglar las injusticias que oprimían al mundo. Todo ello con dosis de carcajadas que saciaban nuestra adicción para el resto de la semana. Y es que, al principio, reir de manera incontrolada, entre amigos, es una de las carencias que atacan tu alma emigrante. De ahí que cuando la nostalgia muerde, tantos y tantos acaban por retornar a Iberolandia, donde nos reimos hasta de un cuadro. Muchas veces reimos por no llorar.

A veces acudíamos los tres (Bea, David y yo), en otras ocasiones sólo los chicos, e incluso yo continué la no muy saludable tradición (por la ingesta de calorías, no por la compañía) cuando ellos regresaron a España. Debo confesar que yo me solía dejar caer, de vez en cuando, por si coincidía con una visita de Clara.

Clara era amiga de Pin y Pon. Una de esas muchachas que tienen el don de la belleza natural. Esa rara condición que viene de serie, o no viene. Poseía un tipo bien formado y de medidas proporcionadas. Rostro simétrico, ovalado. Labios carnosos y dentadura perfecta y blanquísima (tras vivir en Escocia por un tiempo comienzas a apreciar este pequeño detalle). Pómulos indiscretos y ojos de escándalo. Unos ojos que miraban y ataban. Esmeraldas imantadas. No dejaban escapar. Tú mente decía “corre por tu vida, chaval”, pero tus piernas se volvían gelatina.

Clara además conocía los secretos de cómo disfrazarse y pintarse de guerra, de modo discreto pero arrollador al mismo tiempo. Sin llamar en exceso la atención, con clase pero con personalidad. Con un toque dulce y al mismo tiempo sofisticado.

Clara me gustaba, un poquitín.

Pero. ¿Por qué siempre hay un “pero”? Pertenecíamos a mundos diferentes. Ella de Saturno, yo de Neptuno. Nada que ver. Nada que hacer. Incluso su manera de hablar −el tono, la dicción, el léxico (trufado de muchos o-sea,  te-lo-juro y me-muero-tía)− pertenecía a un universo diferente al mío.  A todo   esto debería añadir que la chica no callaba ni haciendo inmersión con oxígeno en el Mar Rojo. Era un constante flujo de palabras, pegadas unas a otras sin apenas espacio. Una ametralladora dialéctica. Ratatatata. Un ataque devastador que te hacía plantearte dos opciones: o bien exhibir el consabido trapo blanco, o bien meterle una galleta de chocolate en su preciosa boca. En una ocasión, al salir de una de nuestras visitas cafeteras, David, el muy golfo, me dijo “¡Uf pal, creía que no iba a callar!” haciéndome reir hasta las lágrimas. ¡Qué cabrón!

A pesar de esos pequeños defectillos, Clara me gustaba un poquitín.

Mas un día sucedió lo que tenía que suceder. Ocurrió un hecho que zanjaba el asunto. No había nada que hacer. Pasó algo que derrumbó las pocas posibilidades de éxito que el destino cruel tenía para nosotros como potencial pareja. Allí estábamos todos, una tarde más, con nuestro café de kettel, nuestras Mcvitie's, nuestros chistes y cotilleos. Una tarde como tantas otras. Una tarde disfrazada y  embustera, que escondía un hecho atroz a punto de suceder. Una tarde traidora y agorera. Clara mostró aquella sonrisa imposible y angelical, alzó su voz a mitad de la conversación y exclamó: “¡No os lo vais a creer chicos, he visto un bolso en una tienda de George Street que era ideal de la muerte!” (Lo dijo en serio, sin una pizca de ironía en su tono. Se lo juro a ustedes por Snoopy).

Aquella aciaga tarde comprendí que Clara no era mujer para mí.

19 comentarios:

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    1. Sí, la he plagiado, pero ni idea de quien la creó :-)

      Gracias por leerme Andrómeda (y por comentar).

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  2. Aquí me tienes, riendo a carcajada limpia. Y es que en nuestro grupo de amigas en Cork también hay una Clara. Siempre le digo de broma que yo me preguntaba quién compraría en Tomás Marrón hasta que la conocí a ella ;P El primer día que quedamos para tomarnos un café estuve media hora inventando excusas en mi cabeza para levantarme e irme. (Menos mal que no lo hice, porque como he dicho arriba, ahora es amiga)
    xx

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    1. Que conste que Clara era buena chavala. Pero vivía en los mundos de Yupi, algo sencillo con la visa oro de tu papi para emergencias.

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  3. Jajaj! Me encanta como proyectas tus vivencias. En muchas ocasiones me veo reflejado en ellas y es algo interesante. Yo de momento sigo en España, creo que no por mucho tiempo, y en tus historias aunque queda claro que hay momentos de currárselo y sufrir, no podría ser de otra manera, pero a mi me transmiten la sensación de estar vivo, muy vivo.

    Mi enhorabuena!

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    1. Gracias Javimad. Han pasado muchos años, muchas anécdotas que todavía tengo en la mochila (buenas, regulares y malas) pero NUNCA, ni por un minuto me arrepentí de aquella lejana decisión de venir a Escocia.

      Y sí, exacto. Esa era la sensación (sobre todo el primer año): "estar vivo, muy vivo".

      Gracias por leerme ¡y por comentar!

      ¡¡Me encantan los comentarios!! (aviso a navegantes) :-)

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  4. Buenos días:

    Otra fargadita mas, e igual que las precedentes, me encanta.

    Claro que si, al principio todo es como un cuento de hadas, vives flotando en una nube, y no te digo nada si flotas al lado de una gata de ojos verde esmeralda que te tiene hechizado, entonces da por anulado todo intento de resistencia, y tu voluntad claudicada sin remisión. Pero el correr de las arenas del tiempo es implacable, mella hsta el mas fuerte de los aceros, hasta la torre mas altiva otrora fuerte acaba desmoronada, y no hay manera de sustraerse a ello. Poco a poco vas despertando de semejante encantamiento que sólo ellas son capaces de tejer a nuestro alrededor, que con su singular maestría hace que ni siquiera nos percatemos de ello al principio.

    ¿Después de tantos años sigues soltero?, pues no sabes lo tranquilo que vives, palabra de casado. Aprovecho este momento que mi MDD no está en casa para escribirte estas palabras.

    ¿Sabes que diferencia hay entre un hada y una bruja?
    Diez años de matrimonio.

    Santurtziarra

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    1. Jaja gracias Santurtzi! Gracias por comentar.

      Que yo recuerde en ningún momento he mencionado mi actual estado civil.

      Pero se agradece el resumen de un caso de matrimonio :-)

      Un saludo

      (El día que decidas escribir un blog, me lo apuntaré en favoritos, pues se te nota mucha calidad).

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  5. Buenos días

    Por supupuesto hasta donde yo te he leído no has mencionado jamás tu estado civil en ningún mensaje que hayas publicado en el foro ni en el presente Blog, ni es algo en lo cual quiera inmiscuirme en absoluto, era simplemente un comentario sin malas intenciones por mi parte, un comentario medio en broma que también suelo hacer a personas conocidas que al borde del cuarentazo, siguen estando solteras.

    Ya sabes que en el País Vasco, ligar no es pecado, es un milagro digno de ser agradecido con una peregrinación al monasterio de Aránzazu.


    Un saludete

    Santurtziarra

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    1. No te preocupes, no me ha molestado (fue sorpresa pues no suelo mencionarlo).

      :-)

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  6. Muy buena la entrada, gracias por alegrarme la mañana. Esa chica podría haber sido la mujer de tu vida y te la perdiste jeje, ya en serio, creo que a veces en el amor/sexo/amistad llamemoslo "X" hay que arriesgar un poco dejarse llevar por ese fluir de sentimientos encontrados y apartar el razocinio dandole una buena patada en el trasero. Me gustas pero me atormentas, dificil decisión, siempre es complicado lo sé.

    Un saludo

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    1. Gracias por el comentario Piticli.

      Bueno, esta es mi versión. Sería interesante conocer la suya (que fijo ni se enteró de mi tormento) ;-)

      Yo sé un dicho mejor: muchas veces una derrota es una victoria.

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  7. Con una pija de tal calibre,solo podrias haber ligado llamandote Borja Mari.

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  8. jajajaja, me muero de risa, en serio!!

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  9. Genial, te acabas de cargar a un estereotipo universal en tres renglones XD

    PD: Tu blog es estupendo, empecé a leerte porque pasé un verano en Edimburgo y me caló en el alma, pero al leer tus historias aún me sigue hechizando, desde la distancia esta vez, y estoy seguro de que también les ocurre a muchos de los que pasan por aquí. En fin, ánimo con ello y no dejes de escribir, sobre todo de la forma tan familiar en que lo haces.

    Y de nuevo enhorabuena

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    1. Pues muchas gracias Green, estoy autocorrigiendo las primeras historias (agotador, muchos errores y patadas a la lengua de Cervantes) y tengo en mente autoeditar un librito electrónico con ellas. :-)

      Edimburgo es una ciudad mágica... a mí no me deja escapar...

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