La sensación es idéntica. Como cuando bajas de la montaña rusa y tus pies tocan tierra firme. Un ligero mareo se apodera de ti. Tu mente queda dividida, guerra civil de sentimientos, das gracias al cielo por aterrizar en suelo firme, seguro, rutinario, al mismo tiempo, al otro lado de la trinchera, desearías permanecer para siempre allá arriba, tocando las nubes con la punta de los dedos, rozándolas con el corazón. Yo siempre la llamé “re-entrada”, cuando tocaba aterrizar en casa, en Edimburgo, tras un corto viaje por la montaña rusa en España.
La sensación es idéntica, y la volví a experimentar después
de separarme de ese puñado de amigos con los que estuve en la Quedada Spaniards
2024.
Algo conté en su día, creo recordar. Este rincón de letras
apretujadas nació gracias a un foro de internet −ya desaparecido− denominado Spaniards.
Aquel foro se convirtió en nuestro refugio, nuestro bar de barrio, nuestra
patria chica, nuestra familia. Allá asomábamos para compartir sueños,
nostalgias, para discutir, reír, despotricar, llorar; para buscar cobijo, calor
humano cuando se torcía la vida; para tirarnos trastos a la cabeza, a veces al
corazón. Allí nos juntábamos españoles variopintos que andábamos repartidos por
medio mundo: Alemania, Reino Unido, Italia, Estados Unidos (¡va por ti, Bonnie!),
China, Países Bajos, Rusia, Francia… imposible volcar todos los destinos tras
un mustio cursor.
Descubrí aquel foro salvador como surgen estas cosas. Sin
querer, navegando por los mares virtuales, un sábado tormentoso, aburrido en mi
cuarto de Edimburgo, mientras los relámpagos interrumpían la oscuridad
reinante, haciendo migas con el brillo de la pantalla, anunciando el trueno
inmediato. El ulular del viento lo envolvía todo mientras la lluvia golpeaba, a
ráfagas, el cristal de la ventana, desnuda, oscura, sin persiana.
Descubrí el foro por la puerta de atrás. Me explico.
Buscando actividades cercanas (Edimburgo, Glasgow, Dundee), conciertos,
festivales, excursiones… compañía. Entonces lo vi: un anuncio llamó mi atención. En mitad de la
pantalla de búsqueda de Google aparecía un escueto mensaje:
“Hola, me llamo María, soy española y llevo varios meses
viviendo en Edimburgo. Busco alguien para tomar un café, una caña, charlar,
reír, jugar a las damas, vivir. Por favor, absténganse almas tristes”.
Una sonrisa conquistó mi rostro… y ataqué con feroz ternura
el teclado del vetusto ordenador.
Esperando y esperando y esperando respuesta, bajé a la
cocina en busca y captura de avituallamiento
−una lata fría y amarilla Tennent´s, anacardos, chocolate−. El
señor Ian, dueño de la casa, me saludó con aquella sonrisa triste que
reflejaban sus ojos color acero, mientras preparaba su enésima taza de té,
tachando mentalmente otro día más para su jubilación: ”Hi, George, it´s
pouring down out there, isn´t it?”
Cuando regresé junto al ordenador quise morir.
Hubo respuesta, sí. Muchas respuestas. Se acumulaban los
mensajes a lo largo de la pantalla. Veía signos de exclamación rojos y
gigantescos; señales de tráfico STOP y Dirección Prohibida; emoticonos que se
desternillaban, panza arriba; corazones sangrantes y asaetados; ojos llorosos
de carcajada; un perro tapaba sus ojos con la patita, muerto de vergüenza;
secuencias de película mostrando bofetadas. Aquello era un popurrí de bochorno,
cachondeo y bienvenida. Un sujeto parapetado tras el apodo badaloní ,
con su primer comentario, fue quien abrió la veda, quien abrió la caja de las
risas, quien me recibió con los brazos abiertos.
Jamás lo olvidaré.
Ignorante de mí, “Foro” me sonaba al debate que teníamos en
el colegio tras ver una de aquellas películas carentes de tiros, coches y risas
(Cinefórum, lo llamaba el tutor para darse importancia), cometí el mayor de los
errores. Un fallo de novato. Un tropezón de Primer Curso de Foros
Virtuales, el Chateo y sus circunstancias. Escribí un mensaje personal
a María-española-busco risas-residente en Edimburgo… dentro de “un hilo”
(conversación pública), en lugar de emplear la pestañita: Mensaje Privado.
El jolgorio retumbó dentro del portátil.
Con el tiempo, averigüé qué significaba todo aquello de nicks,
foros, avatares, trolls, hilos, baneos…). Aprendí las reglas del
juego. Y todo cambió para siempre.
De vez en cuando, montábamos una Quedada en destinos
dispares: Edimburgo, Dundee, Santander, Barcelona…
Una Quedada va más allá de compartir mesa y mantel, de
lanzar mil y un brindis entrechocando copas: por nosotros, por quienes se
fueron (deseo creer que el bueno de Ulyses alzó su jarra de cerveza celestial,
entre nosotros), por los que no pudieron asistir, por aquellos que no logramos
localizar, por otros que brindan tras una pantalla de ordenador. Una Quedada es
una especie de prodigio, un logro alquimista, un conjuro a lo Harry Potter. De
repente, aquellas conversaciones infinitas, aquellas discusiones hasta rozar el
alba, incluso enfados, aquellas celebraciones −cerveza en mano− a través de la
dichosa pantalla (Navidad, cumpleaños, Eurovisión, Sanqueremos), cobran vida, se
hacen palpables; aquel nickname anónimo da paso a un rostro, una voz, un
abrazo, una sonrisa. Mil veces trataste de imaginar el aspecto de quien se
oculta bajo un “avatar” −foto de un paisaje, un animal; o una caricatura−,
ahora lo contemplas incrédulo, y caes en la cuenta de que carece de importancia,
La Conoces, aunque sea la primera vez que enfrentas su mirada.
Una Quedada es un bello milagro.
Todo es alegría, buen ambiente, un deseo común de compartir,
contarlo todo, de recordar, averiguar qué sucedió realmente, quién dijo tal o
cual cosa aquella vez, quién abrió “el hilo” que creó mayor polémica; un
tiroteo de preguntas a bocajarro, entre vino y vino: ¿cuál fue tu troll favorito?,
¿qué fue de aquella chica que trabajaba en una plataforma petrolífera en el Mar
del Norte? ¿Quién sabe dónde anda Eneko? ¿Es cierto que Gingercat regresó
a Glasgow y conduce ambulancias? ¿Cómo fue tu retorno a España? ¿Añoras tu país
de acogida? ¿Volverías a hacerlo?... ¿Cuántos miles de respuestas obtuvo el
famoso hilo de La Colombiana?
Una Quedada es convertir algo virtual, etéreo, anónimo, en
besos, abrazos, silencios y miradas. Risas y parloteadas interminables. Una
Quedada es amar.
No asistimos muchos, pero los números presagiaban buenos
momentos: siete en el séptimo día de septiembre; siete personas (más algún otro
Spaniardito en gestación). Llegados para la ocasión de diversos puntos
del mapa: Valencia, Bilbao, Santander, La Rioja, Barcelona, Países Bajos…
Hubo fotos, por supuesto que las hubo. Una buena colección. ¿Postureo
disfrazado de para-el-recuerdo? Quizás. Imposible zanjar tal inusitado
encuentro sin caer en la tentación del siglo XXI. Al menos, alejamos la ñoñería
de modelar corazoncitos con las manos, o dedos en forma de uves victoriosas y
demás parafernalia actual. ¡Y ojo con ciertos gestos! Como decía el buen
Chiquito, cuidadín, pecadorrr. Cuidadín con esas uves, y su orientación,
bajo contexto anglosajón. Leo en el periódico que un famoso dúo de cantantes
británicos amenaza con volver a los escenarios. Hermanos, calaveras,
irreconciliables. La foto muestra sus rostros, dos pares de ojos idos, como de
yonquis psicópatas. La mano de uno forma una V dirigida al fotógrafo. El pie de
foto es una errata con patas: “Los hermanos Smith saludan con la V de la
victoria”… querido, más bien te están mandando al carajo. Esto no lo enseñan en
la Academia de Idiomas.
El domingo amanece nublado. Un gris plomizo reclama su
espacio en el cielo bilbaíno. Mi cuerpo cruje y pelea por salir del letargo en que
se fundió bajo el níveo edredón la noche anterior. Agotado, tras la jornada
festiva, donde un pequeño grupo de semidesconocidos logró hacerme sentir bien.
El sirimiri, como si quisiera dejar rúbrica, me acompaña desde el hotel hasta
la orilla de la ría. El paraguas lo dejé atrás, escondido en la mochila,
supongo que mi otro yo escocés, burlón, me obligó a dejarlo: “It´s not
raining, pal! It´s just spitting!”
Subimos todos a bordo de aquel ancho barco, con la esperanza
de que la lluvia nos diera una tregua, y poder disfrutar de las vistas en la
cubierta de arriba. Y así fue, todo cambió en cuestión de minutos, como si
alguien allá arriba tuviera señalado en su agenda esta fecha, esta travesía de
despedida. Alguien que habría disfrutado como el que más de nuestra quedada.
Alguien que ya alcanzó su Ítaca.
La cubierta interior del barco, abarrotada con una
cuarentena de mujeres. Gritos, cánticos, risas, cava en cubitera de hielo.
Desatadas, mejor quizás: desenlazadas. Mujeres de diversa edad, algunas
cercanas a su luna de miel, otras rozando el tercer divorcio. La homenajeada,
vaqueros deshilachados a estrenar, blusa blanca, chaleco con flecos, cartuchera
y revólver a la cintura. Cabello largo y negro, coronado con una diadema en
forma de Estatua de la Libertad. Por si cabía alguna duda, el disfraz lo remata
una banda violeta cuya leyenda en blanco reza: “Hasta aquí llegaste, Burt
Lancaster”. Una Despedida de Casada, pensé. “Si sale un mulato en tanga
de cuero del camarote, juro que salto a la ría”.
Traspiés, como buen bilbaíno y hombre de mundo, hizo de
guía, compartiendo con nosotros sus vastos conocimientos, descubriendo para
todos un Bilbao pretérito, vislumbrando un Bilbao futuro. Así, entre muchas
otras cosas, supimos cómo el amor de un gruista por una muchacha llamada Carola
dio nombre a una enorme grúa que permanece orgullosa, alzada, roja pasión,
testigo de un pasado imborrable, germen de la ciudad moderna y cosmopolita que
acogió nuestra última Quedada Spaniards.
Muchas gracias, Traspiés, Galaxy, Diwali
(+husband), Orxatis, Liutorable, de un tipo al que llaman
Bodhi…, Fargo, quise decir.
Gracias, Bilbao.
Spaniards nos ha marcado a muchos de nosotros. Yo solo puedo decir cosas buenas: me ha enseñado mucho y lo mejor es que he conocido a gente estupenda, y que para mí da igual el tiempo que pase. Se que estarán de una forma u otra cuando los necesite. Pasé un fin de semana estupendo, volví con las pilas recargadas para una buena temporada y estoy segura de que repetiremos. Gracias a todos. Por cierto, ese pinxo no lo probé... :D
ResponderEliminarEs cierto, Spaniards dejó huella. Una vez más fue genial que pudieras asistir. Lo del pincho tiene truco jaja. A ver si para la siguiente quedada nos animamos todos otra vez. Cuídate.
Eliminar@Fargo te ha quedado bordado.
ResponderEliminar¡ Gracias! Diwali
Muchas gracias, Diwali, fue estupendo conocerte. Creo que ambos teníamos una imagen distorsionada del otro en el foro.
EliminarK bonito Fargo!! Ojalá pueda ir yo a la siguiente. Me alegro de que lo hayáis pasado tan bien. Ahora entiendo lo de la llamar a la grúa Karola!! 😁😘
ResponderEliminarMuchas gracias, Silvi. Una pena que se te complicara la cosa. A ver si la próxima puedes.
EliminarQué buenos momentos nos dio el foro! esa barra de bar virtual, como de otra dimensión, donde compartimos tanto.
ResponderEliminarCoincidir unos pocos para la quedada toda una hazaña. Me llevo un grato recuerdo de tod@s, gracias por hacerlo posible y una ola de 3 metros al anfitrión!
Di que sí Fargo, "compartir es amar, amar es compartir.." o algo así era. Qué bien se te da juntar palabras jodío :)
Hasta la próxima, Spaniard@s!
(no hubo mulato en tanga, ni chapuzón en la Ría.. aunque algunas casi que cogemos el bote a nado)
Orx.
Pues sí, Orx. El foro fue grande, aunque lo descubrimos en años diferentes.
ResponderEliminarMe alegro de haber puesto cara, al fin, a tus comentarios.
El anfitrión (Traspiés) estuvo de 10.
Ya te digo, yo ya pensé que zarpábamos sin vosotras dos.
Ánimo con todo, poco a poco. You know.
Un abrazo