martes, 26 de marzo de 2024

F174 - Viaje en el tiempo. . . destino, Bruselas (I)

 

Todo se pega. Tanto lo bueno como lo malo, aunque, por desgracia, temo que lo negativo es más contagioso que lo bondadoso. Y claro, aquí, en mi querida, y a veces odiada, España, con los politicuchos que nos cayeron en gracia, más bien en desgracia, contándonos más mentiras que días tiene el calendario, pues aquí me veo yo, afirmando (sin pestañear, altivo, como ellos) que donde dije digo, quise decir Diego. Aquí estoy, narrándoles a ustedes una batallita, lejana de mi amada Edimburgo, pero fargadita al fin y al cabo.

Tampoco nos vengamos muy arriba, ni ustedes ni yo mismo. Sobre todo, yo. Hoy me apetecía jugar, de nuevo, a aquello de teclear, de juntar palabras, de tratar de relatar un episodio vivido, emular tiempos remotos, revivir hábitos pasados. Hoy deseaba acercarme a ustedes.

Confieso que para ello tuve que desempolvar mi viejo teclado; hay empresas que sólo pueden enfrentarse con el equipo original -pensé- aquel fiel, lento, y tuerto de alguna tecla, ordenador. Lo intenté, de mil maneras, se lo juro, incluso buscando entre mis cajas (allí donde transporto mi vida), aquel obsoleto cd que permitía cargar el procesador de textos una y otra vez. Mas el problema iba más allá de lo físico, de lo material. El problema es que aquellos para los que la informática tan sólo es una palabra esdrújula, hemos de vendernos al rey de este Micro-cosmos. Sí, a ese a quién ahora mismo vislumbran. Todo muy virtual, excepto el paso por Caja. Las nuevas tecnologías, de nuevo, dando por allá donde no se pone el sol. Así que tuve que rendirme a la evidencia, jubilar el vetusto portátil y tratar de pelearme con este nuevo juguete, tan blanco, tan mono, tan complicado de usar. (No te enfades, bonito eh. Ahora mismo estoy acariciándolo, por si acaso).

Como dice el bueno de Paquito (con tu permiso, compañero holandés), al turrón.

Uno alcanza esa edad que ya no apetece confesar, tan sólo te limitas a celebrar ese día especial, cuando le has dado toda la vuelta al taco de almanaque (que diría el Reverte) y continúas de una pieza. O, al menos, no se notan las costuras de las heridas que ya van  cicatrizando. Llega la fecha mágica, y te dices, ¿un viajecito o qué? No me seas soso, Jorge, que la vida son cuatro días y dos los pasas durmiendo.

Destinos posibles: Nueva York (tomar un café en gigantesca taza, sentado en el sofá del Central Perk), Buenos Aires (visitar a mi prima y toda su familia, nuestra familia), Auckland (soñar que, entre kiwi y kiwi, y algún canguro perdido, me cruzo con Erika), Tokio (buscar la huella que dejó mi sobrina)…

Okey, ahora los destinos asequibles, a tiro de piedra, a salto de avión, directos desde la pequeña ciudad norteña: Colonia, Milán, Bruselas. El primero, fuera de lista hasta septiembre, el segundo, jugada primo-hermana de una visita a Boloña, que no llegué a relatarles.

Bruselas.

La capital de un país para mí desconocido, como multitud de ellos. La capital de Europa, o eso dicen los que saben de banderas. Destino triple be:  Bueno, Bonito, Barato…, amigo, barato, amigo…al menos los vuelos.

A medida que se acerca la fecha de partida, los nervios trepan por mi cuerpo cual enredaderas. Son varios años sin salir de España. Bélgica se me muestra tan lejana y exótica como Vietnam. Con los desplazamientos ya comprados, y la estancia pagada, trato de relajarme. Todo saldrá bien.

Cuatro días para el despegue.

Recibo una notificación de una de las numerosas aplicaciones que nos dan la tabarra desde nuestros móviles. Es la del alojamiento. La abro y comienzo a leer. Es un mensaje escueto, escrito en inglés básico, funcional.

Estimado cliente, debido a unos inesperados problemas técnicos…

Echo a temblar.

En resumen, he de optar entre cambiar de hotel (mismo precio, ya abonado, más distante del centro), y cancelar la reserva (recuperando el dinero… o eso dice).

Cuatro días antes del viaje. Ahora comprendo aquello, entre la espada y la pared.

Un número telefónico aparece como final del mensaje, junto a la dirección postal. Es local, de Bruselas: 021573… No consta el prefijo del país. San Gúguel me lo chiva al oído: 0032.

Me armo de valor, carraspeo, e intento desempolvar mi inglés hablado, más oxidado que el casco del Titanic.

Me sudan los dedos. Pulso las teclas luminosas de la pantalla móvil.

0032 021573…

Escucho atento: “El número marcado no existe. Compruébalo, y marca de nuevo”.

Shite! (maldigo como un Scottish, viniéndome arriba).

Seco mis manos sobre la tela de los vaqueros. Lo intento de nuevo.

0032 021573…

El número marcado no existe. Compruébalo…”.

Ya está, me la han pegado, me han jaqueado la cuenta, han entrado en mi móvil, tienen todas las contraseñas de mi ordenador, seguro que ya han vaciado también mis cuentas corrientes… Grita mi mente, atolondrada como en los viejos tiempos.

Relax, chaval. Me digo, sonriendo por lo de chaval.

Ya más calmado, una lucecita recorre mi cerebro cual cometa Halley. ¡Eureka!, y todo aquello.

El maldito cero regional. Recuerdo. Hay que suprimir el cero anterior, al marcar desde el extranjero. Y vuelvo a teclear todo el número seguido: 003221573…

Tras cinco eternos tonos… una voz responde. Un saludo cordial, el nombre del alojamiento, un ofrecimiento de ayuda, pura cortesía. Su acento paquistaní, o quizás indio, nunca logré diferenciarlos con claridad. Un inglés cerrado, difícil de entender cuál raíz cuadrada con decimales.

Siento un déja vù. Como si viajara en el tiempo (a pesar de que el viejo DeLorean es pasto del óxido en un oscuro desguace).

Su voz provoca mi recuerdo. Un antiguo compañero de trabajo, un tipo que me daba órdenes con su voz atiplada, volumen excesivo, y a doscientas cincuenta palabras por minuto, se llamaba Patel; supervisor en un Lidl de Edimburgo del cual salí a la puta carrera (como vociferaban los sargentos en la mili), entregando la carta de renuncia sin tan siquiera disponer de un nuevo trabajo. Corriendo, por mi vida, sin mirar atrás, temiendo convertirme en estatua de sal si lo hacía. En aquella otra vida, que hace unos años traté de contarles.

Al turrón, Paquito, que me voy por las ramas, como un mono espídico.

Subo el nivel de concentración un par de puntos. Habla sin comas. Ni siquiera un maldito punto seguido. Corrobora la autoría del email, la oferta de cambio de hotel o devolución del dinero. El contratiempo técnico. Debo decidir, ya.

A mi mente regresan aquellos precios hinchados como pavos navideños, la ilusión que sentí cuando localicé el chollo de habitación en la página hotelera.

Cuatro días para el vuelo.

Es demasiado tarde, no encontraré nada remotamente parecido por ese precio. Me la tengo que jugar.

Ok, acepto el transfer, le digo al señor indio, quizás paquistaní.

Minutos más tarde, hago la segunda llamada (substrayendo el maldito cero). El hotel ofrecido. Me atiende una chica. Cambia con rapidez del neerlandés al idioma de Shakespeare, tras mi timorato Hello…, su acento muestra un deje francés. Su voz es dulce, casi la veo sonreír al otro lado de la pantallita del móvil.

Sí, Jorge Ariz, aquí tengo su nombre entre el listado de transferidos. Esperamos gustosos su visita. Le comunico que tendrá derecho a desayuno gratuito, por las molestias causadas. Buen viaje.

Por fin, los nervios desaparecen, la confianza es una tortuga tímida asomando la cabeza. He logrado comunicarme, por teléfono, con mi inglés quejumbroso.

¡Primera prueba, superada!




 

8 comentarios:

  1. Surprise! Bienvenida Fargadita :)
    Cumplir años es celebrable siempre!

    Pisar aeropuertos internacionales, resucitar lo que nos quede del inglés escondido en la cabeza... Como ir en bici, que nunca se olvida, aunque te pegues algún que otro batacazo por el camino, llegar llegas.
    Qué estrés con el hotel, a pocos días de ir.. Espero que acabara bien el tema.

    Saludos de nuevo!

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    1. Hola, Orxatis. Gracias por comentar. Sobre lo del final feliz... mmm tendrás que esperar a la siguiente entrega jeje. Un saludo.

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  2. ¡Cuánto me alegro de leerte otra vez! Pero eso ya lo sabes.

    Me parece que es la primera vez que nos encontramos en una situación similar. Salgo de viaje en una semana y ya me han notificado dos cambios de última hora, aunque afortunadamente nada grave.

    Quedo a la espera de la segunda parte.

    Besos.

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    1. Hola, yo también me alegro de estar aquí de nuevo, aunque advierto que desconozco por cuanto tiempo, ni cuantas entradas subiré.
      Gracias por leer y comentar. Y buen viaje, espero que lo disfrutes. Al fin y al cabo esos pequeños contratiempos son parte de la aventura.
      Un saludo.

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  3. Por supuesto, el tercer navegador que uso para estos menesteres no me dejará autenticarme como "El señor del turrón", pero soy yo, "el bueno", "el pata negra", "se lo digo de corazón señora", "The one and only"...

    Tanta hostia de seguridad para al final tener que gritarle a los cuatro vientos que uno es uno: ver es creer.

    Al turrón que me lío: gracias por el aviso de posteo y, si te aventuras a escribir más a menudo, dame el alto y el RSS se pondrá al día (tengo al Feedly dejado un poco a su bola: mala señal).

    De paso, me acabas de recordar que tendría que escribir algo: la maquinaria que he montado estas semanas para poder hacerlo ya no me deja excusas.

    Un abrazo y sigue escribiendo.

    Paquito (de verdad de la buena que soy yo :-)).

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    1. Hola, Paquito, tranquilo reconocería tu estilo entre mil jaja. El señor del turrón. Uf, no me atrevo a decirte que me pongas en el RSS o lo que sea (me suena a la Real Sociedad de San Sebastián jaja). Y lo dicho, no sé cuanto durará el calentón ni cuantas entradas subiré. El haber puesto (I) es una buena señal y tendría que pasar una causa mayor para no escribir la (II), pero de ahí en adelante... no me atrevo a prometer nada ni cuantas Fs subiré.
      Hoy me acordé de ti y de Pelocha, por una noticia de un pirao´ que ha tomado rehenes en un par, ahí en una pequeña ciudad. Gracias a Dios (o a quién sea) todo quedó en susto.
      Gracias por la visita (aunque fuera previo aviso) y por tu comentario (siempre ilusiona "ver" que alguien te ha leído las tonterías).
      Y piénsate lo del Bilbao-7S... queda mucho tiempo, todavía. Y si puedes se lo recuerdas a Pelocha (nuevo lugar, misma fecha).
      Un saludo.

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    2. Buenas:

      Lo bueno es que yo acabo de publicar gracias a tu recordatorio.

      Lo del tema del bar con rehenes y todo: iba en el coche cuando la señora Paquito ha recibido una alerta en el móvil de una agencia de noticias, y he tenido que preguntarle como siete veces si estaba de broma y que si estábamos hablando de Holanda (no daba crédito).

      En fin: vivimos tiempos confusos, supongo.

      No creo que pueda unirme a vuestra fiesta Spaniard: la bloguera dicharachera no sé lo que lo hará tampoco, pero eso ya es harina de otro costal y lo lleva ella, no yo :-)).

      Suerte.

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