No existe peor sensación que la
incertidumbre, no saber dónde vas a acabar, no conocer con quién compartirás
tus próximos días, meses, años, ignorar cuándo vendrá la próxima curva cerrada
o la siguiente plácida y larga recta, en esta gris y extraña carretera a la que
llamamos vida. ¿Mas quién quisiera conocer de antemano que sucederá mañana, el
próximo mes, el año que viene? Nadie. Tal conocimiento arruinaría por completo
la magia de nuestra existencia, el misterio intrínseco a nuestro ser.
Aquellos fríos días de diciembre
eran una pantalla en blanco − donde el cursor parpadeaba sediento de
caracteres− llena de posibilidades, de miedos y de esperanzas, de intrigantes
relatos o de bazofias insufribles. ¿Saldré indemne de este agujero? ¿Conseguiré
un gran trabajo? ¿Me encontraré, por fin, con la chica de mis sueños? ¿Dejarán
de reponer, constantemente, las trescientas cuarenta y cinco temporadas de Friends?
La vida era y sigue siendo un
puro misterio. ¡Un sin vivir! Algo maravilloso.
Cristina continuaba ayudándome,
aportando ideas, proporcionando innumerables enlaces de internet y anuncios
varios (Echa un vistazo a esta vacante. Mira, salieron nuevos cursos en el
Stevenson College. Necesitan camareros en la
Royal Mile. Una amiga trabaja en un call
centre, ¿quieres que le pida una Application
Form?). Seguir su ritmo resultaba agotador. Yo siempre tuve un motor
diesel. Me cuesta arrancar, calentar, rodar, y finalmente acelerar. Cris
funcionaba a base de pura gasolina de ochocientos cincuenta octanos, con plomo
y aditivos. Un sonriente coctel letal para el medio ambiente. La semana pasada
acudí a George Street a echar un vistazo a una de sus sugerencias para mí. Una
vacante en una tienda con un extraño nombre: Assessorich, que resultó dedicarse a la venta de bisutería de cara
apariencia, y complementos algo ridículos para jovencitas o maduritas de escaso
gusto. Hace un par de días, entró
como una exhalación en el living room,
donde me encontró despatarrado en el sofá, viendo por enésima vez el primer
capítulo de los amigos del Central Perk –I
was on a break!, como gritaría el bueno de Ross− arrojando un sobre,
grueso, tamaño folio, sobre la mesita de café. La British Airways se encontraba
en periodo de reclutamiento. Necesitaban urgentemente candidatos para personal
de cabina. Los requisitos habituales: don de gentes, manejo de al menos dos
idiomas, buena presencia (aunque esto lo intuyes, más que lees), flexibilidad
de horarios, disposición para viajar (obviamente, el avión no se limitaría a
dar vueltas rodando por las pistas del aeropuerto), etc. Una sonrisa tontuna se
dibujó en mi rostro, me imaginaba rodeado de bellezas exóticas e
internacionales, con esas blusitas y pajaritas y gorritos, yo deslumbrante con
mi uniforme impecable, mostrando a los inquietos pasajeros las puertas de
emergencia, estirando los brazos con perfecta simetría y coordinación “dos en
la parte central, dos en la parte trasera de la aeronave”, mientras mis compañeras
hacían lo propio, sonriéndome con lujuria contenida…
−¡Jorge! ¡despierta, que estás en
el limbo, hijo!, y cierra la boca que pareces Homer Simpson frente al
escaparate de una pastelería.
−Ehh
−Digo
que si te apetece “aplicar” al puesto. Yo lo voy a hacer.
Así que dediqué las siguientes horas de mi desocupada
vida a rellenar innumerables cuestionarios, con el objetivo de pertenecer a la
gran British Airways. A ganarme mis Alas. ¿O eso sólo sucede con los pilotos?
...
...
−Cris, me han llamado para una entrevista.
−¡Siiiií! – sólo le faltaron los saltitos y aplausos, pero no era su
estilo, afortunadamente − ¿La British? Qué suerte, a mí no.
−No, para un trabajo como guía turístico, en el castillo de Craigmillar,
pero no sé si yo…
−¡Pues claro que sí! ¡Serás un guía maravilloso! –dijo, de carrerilla.
Su positivismo y fe ciega en mi
persona me producían una confusa y placentera sensación de vértigo y sosiego.
−Eso sí, arréglate un poco para
asistir ¡eh! –añadió, no pudiendo reprimir la pequeña puya.
−Sí, mami –contesto, mirando mis baqueteados
vaqueros y la camiseta negra, veterana de mil y una batallas, impresa con la
leyenda “Ama y Ensancha el Alma”, de
Extremoduro.
Dediqué el resto de la
semana a investigar y preparar la entrevista. Página web del castillo, visitas
a tiendas turísticas y agencias de viajes locales. Deseaba empaparme de la
historia y leyenda de aquel mágico lugar. Averiguar incluso dónde Mary Queen of Scots ocultaba sus joyas y
su dorada corona. Explorar virtualmente los vericuetos por donde vaga su
fantasma.
La víspera del día C (Castle Day), decidí acostarme temprano.
Deseaba encontrarme fresco y despierto para la entrevista, a las diez de la
mañana. Cristina tenía turno de noche y el silencio se había adueñado de
nuestro pequeño piso. Incluso la tele callaba. Tras lavarme los dientes, me
acerqué a mi pequeña cama, donde me esperaba el cálido pijama bajo la almohada.
Al encender la lámpara auxiliar, reparé en un objeto sobre el edredón. Era un
pequeño paquete no muy grueso, cuyo envoltorio era de un festivo color rojo,
con plateadas estrellitas brillando por doquier (probablemente papel de regalo
previsto para las cercanas Navidades), y un pequeño post-it, amarillo, sobre el que se leía un corto mensaje, de
escritura redondeada y femenina: “Go for
it! You can!”, abrí con incomprensible delicadeza aquel presente, sonriendo
al imaginar a Cristina preparando tal sorpresa. Era una camisa, una camisa de
color rosa claro, delicada al tacto, con una corbata de un color azulado que
combinaba de una manera que yo nunca hubiera imaginado. Por curiosidad, giré la
pequeña nota amarilla, y leí divertido: “Antes
de que digas nada, que te conozco: no es rosa, es color salmón. ¡Suerte y a por
ellos. xx!”
¡¡Me encanta tu amiga!! Y, sobre todo, te envidio por la relación con tus housemates (ésta y otros de los que has hablado). En las casas donde yo he vivido hasta ahora, cada uno siempre ha ido a lo suyo. Desconocidos que compartimos techo. :-/
ResponderEliminarBueno, Arabella, ¿ya no recuerdas mis batallitas con el chico escocés del primer piso? jaja. No todo el monte de compartir fue "orgasmo".
EliminarGracias por comentar.
Un saludo
*Es posible que Cristina lo lea... espero que no se asuste mucho con el personaje jaja.
Siempre recuerda el encabezamiento de este blog, my dear. No todo (ni mucho menos) es verídico. Pero tiene su base real, digamos. Y hasta ahí puedo leer...
Buenas tardes,
ResponderEliminarYo me acuerdo así a bote pronto sin mirar entradas anteriores, del irlandés palurdo hasta el absurdo, de dedos de salchicha sin media hostia de chicha, etc etc etc...
Y tu housemate mas que salir a cazar dragones con la lanza, llevaba una Gatling Minigun... me encanta ese tipo de gente.
Antxon.
Gracias por tu comentario, Antxon.
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