jueves, 20 de mayo de 2021

F171 - Locura sobre papel cuché

                                             (El presente / noviembre 2006)

No me reconozco. Ese no soy yo.

Sin embargo, su cuerpo se asemeja al mío, al igual que su cabello corto y descuidado, la media sonrisa entre burlona y escéptica, el brillo aún juvenil que brota de sus ojos, las manos tímidas que buscan su espacio…

Observo la fotografía. Las fotografías. Las vuelvo a mirar por enésima vez. Paso con cuidado cada página de papel estucado. Los colores van perdiendo su brillo original con el transcurso de los años. Mas la ilusión permanece impregnada sobre aquellos rostros que surgen del pasado.

No me reconozco. Ese no soy yo.

Orgullo, rubor, fascinación.

La contemplación del colorido tesoro confirma mi vieja teoría. Al emigrar, cuando vives en país extraño durante un cierto periodo de tiempo, un ente posee tu alma, o quizás se trate de una energía que toma los mandos de tu mente. Haces cosas que jamás te hubieras planteado y, por tanto,  nunca habrías llevado a cabo en tu país nativo. Experimentas una curiosa sensación, igual que si vivieras una vida prestada, como si el cuerpo que habitas no te perteneciera. De hecho, existen ocasiones que te observas a ti mismo desde fuera, te ves ahí, charlando con un grupo de escoceses frente a un montón de pintas de cerveza, o acudiendo a una entrevista para ser guía turístico de un castillo, o tratando de convencer a una desconocida para que te acepte como compañero de piso, o plantándote al frente de una clase y relatar, en inglés, la bonita leyenda que se esconde tras un entrañable festejo de tu pueblo. Incluso llega el día en que cometes una pequeña locura junto a un puñado de compañeros, por una hermosa causa.

Se acercaba la gran fecha. Cada año la empresa lanza una campaña para recaudar dinero con el que combatir esa terrible y extendida enfermedad: cáncer de mama. El objetivo de la misión: batallar contra lo oscuro esgrimiendo humor y diversión como únicas armas. Con este propósito fue bautizada como Tickled Pink. Todos los departamentos se involucran, de una forma u otra. Pasillos decorados, huchas recolectoras, concursos, rifas, disfraces, guerra con globos de agua, lavado manual de vehículos… Todo bajo el amparo de un color amable, un color de esperanza, de ilusión, de fe; pero un color poderoso, guerrero: el rosa.

Los clientes adoraban dicha fecha, cual navidades anticipadas,  participando en cada evento y mostrando una generosidad y buen humor que iban más allá del mero compromiso. Pura Escocia, puro Reino Unido.

Todo comenzó como una broma compartida entre dos o tres colegas. El pícaro de Craig, a la cabeza de la gracia. Este año el departamento de Produce lo tenía que petar. Debíamos arrebatar el trono a las chicas, y chicos, de Barclay, que llenaron decenas de huchas, mediante sonrisas jolibudienses y parloteo hipnótico la edición anterior. Llenos de energía e impecables, siempre fieles a su eslogan: “Barclay: more than just clothes”.

Teníamos que hallar la manera de sobresalir y convertirnos en lo inaudito. Aparte del prestigio, de sobra era conocida  la tradición de conceder un regalo sorpresa —bonos/días libres/cesta con productos—, lacito rosado incluido, a la idea que lograse la mayor recaudación.

Todo comenzó con un reto envuelto en risas. Un challenge, que dicen por estos lares. Extrapolado a España, hubiera sido consecuencia de nuestro tan patrio: “¿A que no hay huevos?”.

Carcajadas que mutaron a murmullos. Éstos volaron de boca en boca. La curiosidad pudo con la prudencia. La ilusión venció la timidez. La locura secuestró la razón.

¡Haríamos un calendario… en pelota picada!

El trío emprendedor se dedicó a reclutar voluntarios. Cada día se sumaban un par de nombres a la lista de valientes. Al llegar mi turno dije sí, tras meditarlo un par de segundos. Cuando te asomas al vacío desde un trampolín a diez metros de altura, tienes dos segundos para pensártelo. Al tercero te rajas. Yo (mi yo poseído) no quería achantarme por nada. Así que cerré bajo llave mi natural pudor, en un cuartito mental, dejé caer la toalla que me cubría y salté.

Tras el salto al vacío, ya no existía retorno posible.

Después del fichaje inesperado de dos compañeros pertenecientes a otras secciones, logramos la docena necesaria. Un mes por barba. Para nuestra propia sorpresa, los jefazos dieron luz verde, siempre que no traspasáramos la delgada línea roja del buen gusto. Así que nos lanzamos al desafío, dispuestos a lograr el mejor evento de la campaña. Llevamos a cabo una tormenta de ideas, algo también muy British por aquel entonces. Nos repartimos los meses, por cumpleaños, superstición o antojo. Adoptaríamos sus nombres: Mr January, Mr February, Mr March… Decidimos improvisar complementos para simular un poco nuestras partes pudendas. Se trataba de un calendario que provocara sonrisas, no alaridos. Y qué mejor opción que utilizar frutas y verduras para ello. Un racimo de uvas aquí, media sandía mostrando su tajo bermellón acá, un ramillete de plátanos acullá.

Bajo nuestra manga, ocultábamos un as de corazones: contábamos con Ewan; división de lácteos; estudiante de postgrado en Fotografía. Aportaría su equipo profesional: cámara de última generación con trípode, focos, paraguas difusor, mamparas opacas. A todo ello, añadiría una pizca de magia virtual, creando fondos exóticos, eliminando objetos molestos. Sólo una condición: los modelos no seríamos retocados.

Sobra decir que fue todo un éxito. Vendimos cientos de ejemplares. Conseguimos el galardón correspondiente, y nuestros diez minutos de fama.

Desde la exposición de los primeros ejemplares, las risitas, silbidos y vaciles por parte de las compañeras formaron parte del juego. Craig se convirtió en el Beckham de Produce. Alto, fino, la cresta de colores, ojos verdes de cocodrilo hambriento y aquella sonrisa, escoltada por hoyuelos, que hacía temblar las rodillas de las chavalas. El tipo se hartó a firmar autógrafos, lanzar guiños y pasar algún que otro papelito —con maneras de camello— que contenía nueve cifras prometedoras de pasión desatada y pactos de amor eterno.

Un día más. Me hallo peleando con las cajas repletas de plátanos. Vaciándolas, una por una, construyo una descomunal montaña del producto canario, tratando de apilarlo de forma accesible a la par que compacta. Tampoco es cuestión de que algún curioso quede sepultado por un desprendimiento bananal.

Una voz a mi espalda quiebra mi concentración.

Excuse me!

Giro sobre los talones, que emiten un ruido desagradable sobre el suelo pulido: niiiiik. Ante mí, una mujer de edad indefinida, mas yo apostaría la paga semanal que ya no vuelve a soplar cuarenta velas. Sus ojos subrayados, tras unas largas pestañas tuneadas, buscan los míos.  Son oscuros, pero curiosos, vivaces. Mueve las manos con cierto nerviosismo, sus dedos diestros juguetean con las pulseras de la muñeca izquierda, éstas emiten un sonido metálico. Algo dentro de mi cabeza indica que no busca los malditos paquetes de champiñones, siempre escondidos sobre unas baldas en la cercana esquina y cuya ubicación suele brotar de mis labios, en perfecto Scottish, de tan manida: “Jist arund thi corna”. No, esta clienta no anhela champiñones, ni tampoco tomates murcianos.

Ehhh —dice, a modo de arranque—, are you Mr June? —acento de Glasgow. Tono grave, meloso, sensual, de locutora nocturna.

Intuida sorpresa. El reconocimiento me abruma. Su voz me arrulla. Asiento, con un tímido movimiento de cabeza. Entonces, la mujer extrae uno de los calendarios de su bolsa, pasa con nerviosismo varias páginas, y una vez alcanzado el mes de San Juan (patrón de mi pueblo), lo acerca, junto a un rotulador grueso que ha surgido de la nada. El gesto provoca un suave movimiento del aire que nos separa, trayendo consigo una embriagadora fragancia de crema de coco.

— ¿Serías tan amable de firmarme un autógrafo?

Y así es como mi otro yo robó la única dedicatoria de mi vida.

 

17 comentarios:

  1. Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.

    ResponderEliminar
  2. Jóvenes y abroad, totalmente de acuerdo. Adelante y al toro siempre.

    En mi caso no es que se apoderara de mí un ente, ese otro yo siempre estuvo ahí. Ser joven y salir a buscarte las castañas fuera, te da la libertad de enfrentarte a situaciones que hubiera sido impensable con tu yo del día a día, cómodo en casita, con los amigos de siempre, etc.
    Por supuesto que a veces también te dabas de morros, entraba en el pack, pero lo gestionabas y adelante. En fin, cumplir años, madurar y aprender, aquí o allí, de eso se trataba.

    Por cierto, "acullá" no lo he escuchado en mi vida, lo he tenido que buscar. Estaba entre; sinónimo de 'allí' (de tu pueblo riojano), o alguna clase de banana tropical (cuánta sabiduría frutera este Jorge!)

    Take care!
    Eva

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola Eva,

      Así es, fuera somos nosotros mismos claro, pero con un chip especial. Yo desde luego hice cosas que aquí no haría.
      Lo de acullá está en desuso, me temo, pero me gusta. Aquí, acá, acullá.

      Eliminar
  3. Vaya, va y me sale dos veces el comentario. Gracias!

    ResponderEliminar
  4. Mr. June!!!! Jajajajaj Quiero ver esa foto!!!!

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hola C.A., perdona,no te ubico. ¿Eres Lucía?
      Guardo un ejemplar pero sólo lo enseño en persona. Nada de meterlo en el ciberespacio jaja.

      Regalé unos cuantos a familiares y amigos. (Mi amigo John lo olvidó en un taxi la misma noche que se lo di jaja).

      Eliminar
    2. Sí, soy yo!!! Lucía;)
      La próxima tráetelo y me lo enseñas.

      Eliminar
    3. Eso está hecho. Aunque me da un poco de apuro jaja.

      Tendrás que sacar más latas de cerveza;-)

      Eliminar
  5. La causa merecía la pena.
    Valiente!

    ResponderEliminar
  6. Gracias Andrómeda.
    Si no hubiera sido por esa causa no lo habría hecho. Soy bastante pudoroso, y eso no se cura I'm afraid.

    ResponderEliminar
  7. Salió anónimo pero tan tímido no soy. Es el móvil o algo jaja.

    Jorge Ariz

    ResponderEliminar
  8. ¿Firmar autógrafos no está entre esas cosas que hay que hacer una vez en la vida? Pues tú ya has cumplido 😉 Ah no, espera, que era plantar un árbol, escribir un libro y tener hijos... o tampoco. Da igual, poca gente puede decir que le han pedido un autógrafo, y tú estás entre ellos.

    Besos.

    ResponderEliminar
  9. No me suena jaja.
    Pero nos hizo ilusión. Esos 5 minutos de fama.

    Yo de momento sólo planté un árbol, de críos con la escuela.
    Lo del hijo mmmmhh no gracias jaja.
    Lo del libro... quizás algún día...

    Gracias por comentar.

    Jorge

    ResponderEliminar
  10. Uno sabe que se expone a una aventura que recordará en unos años cuando la frase (o sucedáneo, sea en el idioma que sea) "No hay huevos" aparece en el diálogo...

    Se empieza firmando autógrafos y se acaba escribiendo blogs contándolo: las paradojas de nuestro tiempo :-))

    Un abrazo,

    Paquito.

    ResponderEliminar
  11. Hola Paquito,
    Así es. Lo cuento ahora, como todo, tras 15 años. Espero que todos mis delitos hayan prescrito. :-).

    ResponderEliminar

Su opinión me interesa