Agosto pasó
ante mis ojos como un largometraje mudo. Una sucesión de imágenes en blanco y
negro. Compañeros de trabajo afanados en sus labores, clientes que ya no hacían
ruido, miles de turistas participantes de un festival callejero cuyos colores
se deslavaron. Cafés amargos en lugares que mi memoria registró en alguna
ocasión como favoritos, de repente tan grises y ajados. Tan sólo las historias
de las novelas leídas conseguían transportarme a otros mundos paralelos, donde
un atisbo de color iluminaba mis horas.
Llegó
Septiembre anunciando un nuevo curso. Todos los septiembres de mi vida
significan lo mismo. Comienzo, ilusión, aroma de libros nuevos; el ritual de
forrarlos, tijera en mano, celo y rollo de plástico trasparente. Septiembre, el
inicio de curso para un eterno estudiante que ya no estudia. Y con él llegaron
las palabras. O su recuerdo. Palabras anglosajonas, cuyo significado desconocía
antaño y aprendí durante los años transcurridos. Resulta misterioso el cerebro.
Usa estúpidos trucos para distraer, para engañar el recuerdo, para esquivar la
pena tras el burladero, y así provocar una cándida sonrisa en un rostro que perdió el hábito.
Palabras tontas,
absurdas, que trae a la orilla el río de la memoria. ¿Cuándo descubrí el
significado de sink? Quizás el bueno de John me lo enseñó, entre platos y
cacerolas, a base de gestos, sonrisas de pillastre y palabrejas sueltas en
castellano guiri. ¡Quién diría que casi quince años después, un maldito
fregadero me arrancara una lagrimilla!
Todavía
resuenan en mi cabeza las carcajadas vacilonas de los compañeros españolitos,
allá en el Jewel Esk Valley College, ante mi pregunta tempranera: ¿Qué es snake?
La profe, Wendy, acudiendo a mi rescate. “Vamos, chicos, seguro que Jorge
conoce otras muchas palabras que vosotros no comprendéis. Somos un equipo,
recordad”
Palabras que
el viento no lleva.
Palabras que
el tiempo no vuela.
Mi voz
interior pronuncia ‘absolutly’ y contemplo su sonrisa, con el incisivo mellado;
minúsculos hoyuelos escoltando sus labios. Sentada, a lo indio, sobre el sofá,
taza humeante sujetada entre las manos, olor a camomila con canela. Sus pies
descalzos, pequeños y blanquecinos, indefensos cual gorriones, una fina
tobillera adorna el izquierdo. Rachel y su sempiterna coletilla, ‘absolútly’.
Seguimos con
adverbios. Este provoca temblores dentro de mí. Doblega mis rodillas, sacude mi
alma. ‘Exactly’. Con su dulce acento perfecto. De niña bien aplicada.
Currículum de universidad privada. “Exác’ly”,
decía a menudo, ignorando con desprecio esa ‘t’ entrometida. Mi, querida, amada y añorada, Erika. Tanto –ada. Hada madrina. Jamás mía.
¡No más
adverbios cuya traducción al castellano termina en –mente, por favor! Como asevera
el genio de la narrativa, gurú de la fantasía, rey del terror, Stephen
King: “La carretera al infierno está pavimentada con adverbios”.
Una vez
abierta la ventana al recuerdo, Erika entra en mi cuerpo, ella y sus vocablos,
cual vampiresa tras ser invitada. La primera vez que escuché de sus labios, ’sleepover’,
no tuve duda alguna sobre su significado, a pesar de lo novedoso. Cual si
portara un mini-diccionario Collins incorporado, en lo más profundo de mis
entrañas.
Palabras que
flotan. Mundanas, absurdas, tan simples que acarrean cierta dosis de vergüenza,
a estas alturas.
Flatmate, de las primeras. Siempre presente
en nuestras conversaciones en castellano. Como otras tantas, que incorporas,
componiendo ese maravilloso Spanglish
que dejó un poso amargo y melancólico en mi recuerdo. Palabras en la lengua de
Shakespeare que metíamos, con cuña, en nuestras parrafadas españolas. ¡Si
Cervantes levantara la cabeza ̶ pensé en más de una
ocasión ̶ o mi admirado Reverte nos oyera! Money,
payslip, coffee time, break, teacher, interview (la cual dibujaba una
bobalicona sonrisa en mi cara, la calenturienta mente retrata mozas pechugonas
vestidas de enfermera), college, boss, supervisor (pronunciado
‘superfaisor’, el colmo del absurdo),
essay,
exam, snack, breakfast, lunch, dinner-lady, la prohibida: benefits
y cientos más.
Palabras que
reconfortan, dando calorcillo. Algunas quedan para siempre, reacias a escapar
de mi léxico confundido. Duvet. Cierro los ojos y recuerdo su
descubrimiento. Sentado en el asiento trasero del deportivo rojo. Pequeño,
ruidoso y llamativo. Un grito ególatra con ruedas. Mi trasero deslizándose de
lado a lado, en cada curva, sobre aquel cuero negro. Pope, gallego, flaco, chulo
y treintañero, al volante. “Madrugar es de pobres”, su eslogan. Una mulata de
escándalo por copiloto. Seria y sexi, a partes iguales. “Jorge, hacemos una paradiña en el TK-Maxx de Meadowbank,
compro un duvet para tu cama, y te
acerco al piso de Easter Road”, dijo con acento cantarín de Costa da Morte, o alrededores. Rumbo al cutre-Palace, donde fui feliz.
Palabras,
también, cuyo significado conocía, sin embargo su correcta pronunciación vino
con retraso, tomándose su tiempo: unas, meses; otras, incluso años. Castle,
a pesar de poder contemplar a diario la majestuosidad de su significado
materializado, frente a los jardines de Princes Street, brotaba de mis torpes
labios como ‘kástel’, hasta que un
día amanecí diciendo: ‘kássel’. Al
igual que el omnipresente minute, el cual salía de serie como ‘mínut’, y tardé siglos en grabar mínit en el disco duro, como si lo
hiciera sobre una lámina de piedra, a golpe de martillo y cincel.
Otros
términos cobran vida, personalidad, consistencia. El sustantivo: pal,
se convirtió en nombre propio. Ganándose, para siempre, la honorífica mayúscula
inicial, mi Pal. David.
Por último,
un rinconcito para una peculiar expresión entre las centenas que aprendí, e
incluso llegué a utilizar. Escenario: mi lugar de trabajo, un enorme
hipermercado de cuyo nombre no quiero acordarme, y llamo con cariño, Tesda.
Es domingo,
diez y cuarto de la mañana. La tienda está tranquila. Escasos clientes. Un día
radiante asoma por las enormes cristaleras. Compañeros uniformados recorren
pasillos. Cajeras aburridas charlan, cuentan dinero, limpian la cinta.
Deambulo
distraído. Atravieso la zona del pan. Cientos de paquetes con rebanadas
moldeadas. Pan moderno, pan veneno. Hoy me designaron este destino. De
refuerzo. Me cruzo con dos compañeras. Una jovencita, la otra ya veterana, de
esas con medallas de guerra. Cuchichean,
ríen y saludan. Risueñas, jubilosas. Encantadas de poder disfrutar de una
hermosa mañana de domingo reponiendo aquí y allá. Debe de ser el azúcar en su
dieta, me digo. Este dichoso sucedáneo de pan. Les saludo, cortés y valiente.
De repente,
una voz atruena por los altavoces. Esa expresión novedosa para mí. El encargado
del micrófono la pronuncia de forma lenta, alargando las vocales, con voz
ronca. Más que dar una instrucción a la plantilla parece presentar a los
contendientes de un combate de boxeo.
̶
¡Vamos compañeros, hace un domingo espectacular! ¡Demostremos que somos la
Gran Familia Tesda! ̶ dice en inglés, a
modo de introducción, para a continuación acentuar la gravedad de su voz,
emulando al dicho speaker pugilístico
y añadir ̶ Leeet´s geet reeeaady toooo
ruuumble!!!
Las dos
compañeras, y todos y cada uno de los integrantes del staff, se lanzan a los pasillos y, henchidos de entusiasmo,
comienzan a ordenar las baldas como si no hubiera un mañana. Acercando los
productos hacia el borde, colocándolos mostrando la etiqueta, recogiendo los
continentes de cartón vacios.
Mi nefasto
oído registra algo que suena a ‘Rambo’. Así
que saco del bolsillo trasero un pañuelo colorado, que siempre llevo para tales
emergencias, lo anudo alrededor de mi cabeza; a falta de puñal con filo
serrado, sujeto entre mis dientes el cutter,
y salto hacia una fila, desorganizada y rebelde, de paquetes Bimbo.
A la noche, diccionario en mano, descubro que ’rumble’
significa luchar… no anduve descaminado.
Curioso sí, cuando estando fuera te llegan las nuevas palabras por situaciones, personas.. esas se agarran a la memoria con fuerza.
ResponderEliminarLos jefecillos de arriba, parecen estar poseídos por un espíritu corporativo o similar :)
Cuídate!
ResponderEliminarEva
Hola Eva,
ResponderEliminarAsí es. Asociamos ciertas palabras, coletillas, o expresiones a una persona, lugar o situación. Como a veces ocurre con un aroma.
Gracias por la visita y comentario.
Take care!
Yo también aprendí mucho vocabulario...pero yendo a comprar. 😂
ResponderEliminarMucho besos, perla.
Jaja,vocabulario se aprende en cualquier sitio y nunca lo dejas de aprender.
EliminarCuídate.
Un saludo
A mí no me pasa lo de la asociación de la palabra con el momento, no sé, o no caigo ahora. Como en todo, puedes tener mucha teoría, que está muy bien y es necesario, pero lanzándose a la práctica o a hostia limpia es como se aprende más.
ResponderEliminarY de aprender nunca se deja, siempre salen palabras nuevas :)
xx
viki
Hola viki, cuando llegas allá has de renunciar a la vergüenza o sentido del ridículo. Tirarte a la piscina y meter la pata mil veces.
ResponderEliminarSupongo que asocio esas palabras y otras muchas (no era cuestión de alargar más el texto) a personas y situaciones que marcaron huella en mí.
Cuídate.
Un saludo