domingo, 7 de marzo de 2021

F164 - Palabras que el viento no lleva (sep. 2006)

 

Agosto pasó ante mis ojos como un largometraje mudo. Una sucesión de imágenes en blanco y negro. Compañeros de trabajo afanados en sus labores, clientes que ya no hacían ruido, miles de turistas participantes de un festival callejero cuyos colores se deslavaron. Cafés amargos en lugares que mi memoria registró en alguna ocasión como favoritos, de repente tan grises y ajados. Tan sólo las historias de las novelas leídas conseguían transportarme a otros mundos paralelos, donde un atisbo de color iluminaba mis horas.

Llegó Septiembre anunciando un nuevo curso. Todos los septiembres de mi vida significan lo mismo. Comienzo, ilusión, aroma de libros nuevos; el ritual de forrarlos, tijera en mano, celo y rollo de plástico trasparente. Septiembre, el inicio de curso para un eterno estudiante que ya no estudia. Y con él llegaron las palabras. O su recuerdo. Palabras anglosajonas, cuyo significado desconocía antaño y aprendí durante los años transcurridos. Resulta misterioso el cerebro. Usa estúpidos trucos para distraer, para engañar el recuerdo, para esquivar la pena tras el burladero, y así provocar una cándida sonrisa  en un rostro que perdió el hábito.

Palabras tontas, absurdas, que trae a la orilla el río de la memoria. ¿Cuándo descubrí el significado de sink? Quizás el bueno de John me lo enseñó, entre platos y cacerolas, a base de gestos, sonrisas de pillastre y palabrejas sueltas en castellano guiri. ¡Quién diría que casi quince años después, un maldito fregadero me arrancara una lagrimilla!

Todavía resuenan en mi cabeza las carcajadas vacilonas de los compañeros españolitos, allá en el Jewel Esk Valley College, ante mi pregunta tempranera: ¿Qué es snake? La profe, Wendy, acudiendo a mi rescate. “Vamos, chicos, seguro que Jorge conoce otras muchas palabras que vosotros no comprendéis. Somos un equipo, recordad”

Palabras que el viento no lleva.

Palabras que el tiempo no vuela.

Mi voz interior pronuncia ‘absolutly’ y contemplo su sonrisa, con el incisivo mellado; minúsculos hoyuelos escoltando sus labios. Sentada, a lo indio, sobre el sofá, taza humeante sujetada entre las manos, olor a camomila con canela. Sus pies descalzos, pequeños y blanquecinos, indefensos cual gorriones, una fina tobillera adorna el izquierdo. Rachel y su sempiterna coletilla, ‘absolútly’.

Seguimos con adverbios. Este provoca temblores dentro de mí. Doblega mis rodillas, sacude mi alma. ‘Exactly’. Con su dulce acento perfecto. De niña bien aplicada. Currículum de universidad privada. “Exác’ly”, decía a menudo, ignorando con desprecio esa ‘t’ entrometida. Mi, querida, amada y añorada, Erika. Tanto –ada. Hada madrina. Jamás mía.

¡No más adverbios cuya traducción al castellano termina en –mente, por favor! Como asevera  el genio de la narrativa, gurú de la fantasía, rey del terror, Stephen King: “La carretera al infierno está pavimentada con adverbios”.

Una vez abierta la ventana al recuerdo, Erika entra en mi cuerpo, ella y sus vocablos, cual vampiresa tras ser invitada. La primera vez que escuché de sus labios, ’sleepover’, no tuve duda alguna sobre su significado, a pesar de lo novedoso. Cual si portara un mini-diccionario Collins incorporado, en lo más profundo de mis entrañas.

Palabras que flotan. Mundanas, absurdas, tan simples que acarrean cierta dosis de vergüenza, a estas alturas.

Flatmate, de las primeras. Siempre presente en nuestras conversaciones en castellano. Como otras tantas, que incorporas, componiendo ese maravilloso Spanglish que dejó un poso amargo y melancólico en mi recuerdo. Palabras en la lengua de Shakespeare que metíamos, con cuña, en nuestras parrafadas españolas. ¡Si Cervantes levantara la cabeza  ̶  pensé en más de una ocasión  ̶  o mi admirado Reverte nos oyera! Money, payslip, coffee time, break, teacher, interview (la cual dibujaba una bobalicona sonrisa en mi cara, la calenturienta mente retrata mozas pechugonas vestidas de enfermera), college, boss, supervisor (pronunciado ‘superfaisor’, el colmo del absurdo), essay, exam, snack, breakfast, lunch, dinner-lady, la prohibida: benefits y cientos más.

Palabras que reconfortan, dando calorcillo. Algunas quedan para siempre, reacias a escapar de mi léxico confundido. Duvet. Cierro los ojos y recuerdo su descubrimiento. Sentado en el asiento trasero del deportivo rojo. Pequeño, ruidoso y llamativo. Un grito ególatra con ruedas. Mi trasero deslizándose de lado a lado, en cada curva, sobre aquel cuero negro. Pope, gallego, flaco, chulo y treintañero, al volante. “Madrugar es de pobres”, su eslogan. Una mulata de escándalo por copiloto. Seria y sexi, a partes iguales. “Jorge, hacemos una paradiña en el TK-Maxx de Meadowbank, compro un duvet para tu cama, y te acerco al piso de Easter Road”, dijo con acento cantarín de Costa da Morte, o alrededores. Rumbo al cutre-Palace, donde fui feliz.

Palabras, también, cuyo significado conocía, sin embargo su correcta pronunciación vino con retraso, tomándose su tiempo: unas, meses; otras, incluso años. Castle, a pesar de poder contemplar a diario la majestuosidad de su significado materializado, frente a los jardines de Princes Street, brotaba de mis torpes labios como ‘kástel’, hasta que un día amanecí diciendo: ‘kássel’. Al igual que el omnipresente minute, el cual salía de serie como ‘mínut’, y tardé siglos en grabar mínit en el disco duro, como si lo hiciera sobre una lámina de piedra, a golpe de martillo y cincel.

Otros términos cobran vida, personalidad, consistencia. El sustantivo: pal, se convirtió en nombre propio. Ganándose, para siempre, la honorífica mayúscula inicial, mi Pal. David.

Por último, un rinconcito para una peculiar expresión entre las centenas que aprendí, e incluso llegué a utilizar. Escenario: mi lugar de trabajo, un enorme hipermercado de cuyo nombre no quiero acordarme, y llamo con cariño, Tesda.

Es domingo, diez y cuarto de la mañana. La tienda está tranquila. Escasos clientes. Un día radiante asoma por las enormes cristaleras. Compañeros uniformados recorren pasillos. Cajeras aburridas charlan, cuentan dinero, limpian la cinta.

Deambulo distraído. Atravieso la zona del pan. Cientos de paquetes con rebanadas moldeadas. Pan moderno, pan veneno. Hoy me designaron este destino. De refuerzo. Me cruzo con dos compañeras. Una jovencita, la otra ya veterana, de esas con medallas de guerra.  Cuchichean, ríen y saludan. Risueñas, jubilosas. Encantadas de poder disfrutar de una hermosa mañana de domingo reponiendo aquí y allá. Debe de ser el azúcar en su dieta, me digo. Este dichoso sucedáneo de pan. Les saludo, cortés y valiente.

De repente, una voz atruena por los altavoces. Esa expresión novedosa para mí. El encargado del micrófono la pronuncia de forma lenta, alargando las vocales, con voz ronca. Más que dar una instrucción a la plantilla parece presentar a los contendientes de un combate de boxeo.

̶  ¡Vamos compañeros, hace un domingo espectacular! ¡Demostremos que somos la Gran Familia Tesda!  ̶  dice en inglés, a modo de introducción, para a continuación acentuar la gravedad de su voz, emulando al dicho speaker pugilístico y añadir ̶  Leeet´s geet reeeaady toooo ruuumble!!!

Las dos compañeras, y todos y cada uno de los integrantes del staff, se lanzan a los pasillos y, henchidos de entusiasmo, comienzan a ordenar las baldas como si no hubiera un mañana. Acercando los productos hacia el borde, colocándolos mostrando la etiqueta, recogiendo los continentes de cartón vacios.

Mi nefasto oído registra algo que suena a ‘Rambo’. Así que saco del bolsillo trasero un pañuelo colorado, que siempre llevo para tales emergencias, lo anudo alrededor de mi cabeza; a falta de puñal con filo serrado, sujeto entre mis dientes el cutter, y salto hacia una fila, desorganizada y rebelde, de paquetes Bimbo.

A la  noche, diccionario en mano, descubro que ’rumble’ significa luchar… no anduve descaminado.

7 comentarios:

  1. Curioso sí, cuando estando fuera te llegan las nuevas palabras por situaciones, personas.. esas se agarran a la memoria con fuerza.

    Los jefecillos de arriba, parecen estar poseídos por un espíritu corporativo o similar :)

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  2. Hola Eva,
    Así es. Asociamos ciertas palabras, coletillas, o expresiones a una persona, lugar o situación. Como a veces ocurre con un aroma.
    Gracias por la visita y comentario.
    Take care!

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  3. Yo también aprendí mucho vocabulario...pero yendo a comprar. 😂
    Mucho besos, perla.

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    1. Jaja,vocabulario se aprende en cualquier sitio y nunca lo dejas de aprender.
      Cuídate.
      Un saludo

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  4. A mí no me pasa lo de la asociación de la palabra con el momento, no sé, o no caigo ahora. Como en todo, puedes tener mucha teoría, que está muy bien y es necesario, pero lanzándose a la práctica o a hostia limpia es como se aprende más.

    Y de aprender nunca se deja, siempre salen palabras nuevas :)

    xx

    viki

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  5. Hola viki, cuando llegas allá has de renunciar a la vergüenza o sentido del ridículo. Tirarte a la piscina y meter la pata mil veces.
    Supongo que asocio esas palabras y otras muchas (no era cuestión de alargar más el texto) a personas y situaciones que marcaron huella en mí.
    Cuídate.
    Un saludo

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