sábado, 13 de febrero de 2021

F162 - Vértigo (II): Una fotógrafa viajera (julio 2006)

 

El tiempo se detiene por un instante. Igual que en una película de ciencia ficción, donde todos los personajes quedan petrificados, salvo el protagonista, y cuantos objetos existen alrededor parecen flotar en el aire, ingrávidos, a la espera. Excepto que yo soy el único actor en escena, sentado al borde del tresillo, en un sobre-iluminado living-room. Principal estrella de un cortometraje que nunca deseé rodar.

El sol entra a raudales, a través del ventanal. Caldea mi rostro, por el efecto lupa ejercido por el cristal. Cielo totalmente despejado, nubecillas blancas de puro algodón, las copas de los árboles cercanos inmóviles, ni una pizca de aire en la ciudad del viento. Como si el decorador de paisajes al cargo aquella mañana se burlara, carente de compasión y empatía, desconocedor de la palabra respeto.

¿Por qué no llueve? ¿Por qué no amaneció una de esas mustias mañanas grises y desapacibles, más habituales de lo esperado en verano, por estos lares? ¿Cómo puede mostrar un aspecto tan radiante y agradable uno de los días más funestos de mi vida?

Vuelvo la mirada a la mesita, donde dejé caer el móvil. Lo recupero; tras escuchar por enésima vez aquel terrible mensaje de voz, confirmo que es real. No es una pesadilla de la que acabaré despertando, encharcado en un sudor rancio. Es la realidad, mordiendo con ímpetu y desdén mi última defensa, mi último apoyo en esta perra vida. Ya está, me digo. Quedé solo. El vértigo se transformó en vacío.

Fundido a negro.

Llamo a mi hermana.

Intercambiamos saludos tristes, cariño envuelto en papel sin brillo. Le interrogo sobre lo sucedido. ¿Cuándo; cómo; dónde? Sabiendo que no podría darme una respuesta satisfactoria, ella ni nadie, a la cuarta pero principal pregunta, que abrasa mis entrañas, llegando hasta el pecho, retenida por mí a duras penas, sin llegar a alcanzar mis labios: ¿Por qué? No era tan mayor, hacía ejercicio con sus perros, disfrutaba de la felicidad mansa que proporciona una segunda vida. Mi hermana trató de calmar mi ansia de información. Respuestas claras y concisas, sin aliñarlas con excesiva emoción, aunque por dentro ésta la ahogara sin remedio: Esta misma mañana; Conduciendo; Cerca ya de casa, a escasos trescientos metros. Información en pequeños cubitos de hielo.

̶  ¿Esta mañana, a qué hora?

Tras pensarlo un momento, apunta una hora aproximada.

̶  Sobre las once y cuarto, más o menos. Empezó a sentirse mal, tras el volante de su furgoneta; la detuvo junto al arcén. Tan cerca de su hogar, y tan lejos. Fue rápido. Estate tranquilo.

Escucho los datos, las circunstancias, y caigo en la cuenta de la hora estimada.  Las 11,15 en España fueron las 10,15 en Escocia…  manzanas rojas, brillantes, impecables. El saludo amistoso de Martin. Las agujas del gran reloj, fondo blanco, circular, con sólo cuatro números negros: 12, 3, 6, 9.

Tras la sorpresa, llega la desazón. Decido relatarle el episodio matinal. Mi solitario pensamiento-pregunta, absurdo, frívolo, soez. Out of the blue, que dicen aquí, salido de la nada. Mi auto-bronca severa.

Silencio en la línea.

̶  Marga, ¿sigues ahí?

̶  Sí, sí. Uf me has puesto la piel de gallina  ̶  eso respondió, mi hermana; algo que quedó grabado, como eterno audio, en mi disco duro.

Tras varios segundos mudos, añadió:

̶  ¿Sabes una cosa, tato, eso significa que en sus últimos instantes, sabiéndose ya en despedida, papá se acordó de ti. Su hijo pequeño. “El nene”, allá lejos, solo, buscándose las alubias por “Inglaterra”. Ten esto siempre presente.

Y entonces, a través del hilo invisible, mi hermana me transmitió todo su amor, envuelto en un gemelo y estremecedor tembleque, en forma de piel de gallina.

Tras cortar la comunicación, me incorporo. Estiro los músculos. Entumecidos como si hubiera corrido una maratón y, tras finalizar ésta, disputado un combate de boxeo ante el mismísimo Mike Tyson.

De acuerdo. Ahora céntrate. Baja una persiana metálica, gruesa, chirriante. Cierra el departamento sentimental de tu cabeza. Sólo mantén el racional abierto al cliente. Concéntrate. Piensa. Pasos a seguir: ducha; zapatos; tarjetas de crédito; pasaporte; llamadas; Bus Aeropuerto.

Redacto la lista mental como un autómata. Mientras, voy desvistiéndome, arrojando de cualquier manera las piezas del uniforme sobre la cama, ya en mi cuarto.

Tras realizar las indispensables llamadas (a Maggie, del Tesda y a Stevie), opto por enviar un esemeese a mi querido David, en España. No logro juntar el coraje suficiente como para trasmitirle la noticia de viva voz.  Sé que lo comprenderá, y apreciará el gesto.

Debo señalar que mi supervisora mostró una disposición ejemplar para conmigo. Al igual que mi acompañante de piso. Todo fueron consuelos, comprensión y ofertas de ayuda. No te preocupes en absoluto, Jorge, tómate los días que sean necesarios, la una. Lo siento mucho, camarada. Aquí espera tu casa, regresa cuando gustes, el otro.

Y aquí me hallo. En el piso superior del autobús, entrando en el aeropuerto. Zona de Salidas.

Me apeo. Pequeña bolsa sobre el hombro. Atravieso con prisa la puerta de grandes cristaleras. Entre la muchedumbre, alguien posa su mirada en mí. Sonríe abiertamente. Es una sonrisa de pura felicidad, como si el optimismo gobernara siempre el rumbo de su portadora. Y así es. La reconozco de inmediato. Compañera de más de un café y grata conversación en las frías noches de invierno, al amparo de las velas que reposan sobre las mesas del Beanscene, otro de mis templos. Vallisoletana, treintañera, atractiva y despierta. Se busca la vida mediante sus reportajes gráficos, de freelance, como dice ella. Revistas de viajes, periódicos digitales. Veterana emigrante, escasa familia dejó tras ella.

Es curioso, todavía conservo su tarjeta  de visita. Gabriela Ysla. Fotógrafa y Viajera. Encuadra Tus Sueños y Anhelos. Después de tantos años. Supongo que lo hago por tratarse de un objeto más que une mi alma con la vieja Edimburgo, al igual que guardo, prisionero de una goma elástica, un puñado de cartulinas de fidelidad a diversos locales cafeteros, “Tu décima consumición será gratuita”: Caffè Nero, Coffe Angel, Costa Coffee Club, Beanscene… Pero no me desvíe del relato.

Gabriela me aborda tras cuatro largas zancadas. Saluda eufórica, jovial, como es lo habitual en ella. Dos besos. Otra sonrisa. Dispuesta para otro de sus viajes, me cuenta. Croacia, una maravilla. Calas paradisiacas de aguas cristalinas. Miles de islas (aquí, divertida, todo el semblante resplandeció). Lagos cual espejos. Ciudades medievales. Montaña. Pura magia fotogénica… De pronto, detiene su exposición a mitad de frase. A pesar de las oscuras gafas que porto, intuye que algo no va bien. No aguanto la emoción y, con voz quebrada, le comunico el motivo de mi viaje, con esa fluidez y alivio que tan sólo un cuasi desconocido te propicia.

Un largo y confortante abrazo impulsa mi cuerpo hacia el mostrador de Ventas.

12 comentarios:

  1. ".. en esta perra vida.. Vacío..", exactamente así.
    Me has arrancado una lagrimilla :(
    Todos estamos solos ante el vacío, pero no creo que caminemos del todo solos en la vida.
    Cuídate y un abrazo.
    Eva

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  2. Yo soy de la creencia de que ellos siguen cuidando de mí.
    Gracias, igualmente, Eva.

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  3. También lo creo así, nos acompañan.

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  4. Te podría decir que a mí también me ha reconfortado el abrazo de Gabriela.

    Besos.

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    1. Desde la lejanía temporal se lo sigo agradeciendo.

      Gracias a ti también.

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  5. Lo extraño de la vida es darse cuenta de que, en los peores momentos que uno puede estar pasando, la vida sigue a nuestro alrededor, indiferente a nuestro dolor.

    Tu amiga, obviamente, no sabe nada, pero sólo sonríe al verte: hasta ese momento, todo es normal, es "habitual", hasta que uno provee una brizna de información y todo cambia...

    Es lo más complicado (y a la vez, lo más sabio) de nuestra condición: el reconocerse insignificante en medio de un mundo que es indiferente a nuestro dolor.

    A ver si me pongo a escribir, que llevo unas semanas de locura.

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  6. Muy acertado, Paquito. Es tal cual. Tu en stock, sufriendo y todo a tu alrededor sigue su curso.

    Ánimo y escribe.

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  7. Corrijo: tú en shock.

    (Maldito corrector).

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  8. Es lo que iba a decir, que esperaba que te reconfortase el abrazo de Gabriela en tan duro trago de viajar en esas circunstancias, durísimo.

    Y hablando de abrazos, otro abracico para ti, amigo :)

    viki

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  9. Sí que me dio fuerzas. O más bien desahogo. Fue la primera persona conocida con la que hablé en persona. Fue algo rápido pero como un pit stop en la carrera que continuaba.

    Gracias viki, otro para ti.

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  10. A mi por mi edad,me toco vivir esa amarga experiencia hace ya mucho. Treinta años hace de la muerte de mi padre y dieciocho de la muerte de mi madre. Con ninguno de los dos llegue a tiempo de despedirme.Siempre los tengo en mi recuerdo,por mucho tiempo que pase.

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  11. Hola Comodus. Yo perdí a mi madre con 24 y a mi padre con 36. Pero nunca eres lo suficientemente mayor para algo así,por muy natural que sea. Ahora veo como mis amigos están preocupados por que les llegue ese momento (o ya les llegó) y es una sensación extraña (uf, ya lo viví eso yo, piensas).

    Un abrazo, y cuídate.

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