miércoles, 4 de septiembre de 2019

F119 - La puerta del Cielo (junio 2005)


Erika vivía frente al canal, a su paso por Leith. Su pequeño piso rodeado de pubs modernos, los cuales poco a poco fueron desplazando a las viejas tascas marineras. El mal llamado progreso devoraba, sin contemplaciones nostálgicas, los últimos rincones con encanto de la vieja ciudad. Esta zona se convirtió, de la noche a la mañana, en el punto de encuentro vip, donde se reunían jóvenes trajeados, acompañados de señoritas disfrazadas de damas, con ostentosos vestidos, bolsos de famosas iniciales y sobre vertiginosos tacones que no sabían manejar. Todo un batiburrillo neo-pijo, con sus mejores galas de bodorrio cutre-choni, como si en lugar de un alcoholizado brunch aquello fueran las carreras en el hipódromo de Ascot, entre risas, copas, apuestas y pamelas.

            Erika, desde su ventana, contemplaba las aguas calmadas de aquel trozo de río domesticado. Sobre su mansa superficie descansaban pequeños botes, junto a embarcaciones de paseo y algún que otro velero. Amarrado a uno de los noráis, un barco restaurante. Grande, blanco, todo luces de colores y banderines, como si quisiera llamar la atención, arrogante, ante sus más mundanos compañeros. Al observarlo, mientras paseaba durante aquellas cálidas noches veraniegas,  siempre me imaginaba al mafioso de turno  ̶  tipo Big Ger Cafferty  ̶  en su interior, compartiendo mantel con sus secuaces, planeando fechorías y vendettas, poniendo fecha de caducidad a sus rivales más próximos. Entonces apresuraba el paso, agachando la cabeza, temeroso de ver o escuchar algo terrible. Algo que condenara mi alma, pusiera precio a mi cabeza. Acabara con mi cuerpo en el fondo del canal, los pies amarrados a un enorme bloque de hormigón. Tal vez debiera dejar de leer a Ian Rankin, me decía al cabo de un rato, ahogado en mi propia vergüenza.

            En realidad, aquel barco restaurante acogía cenas íntimas a la luz de las velas, aburridas reuniones de negocios de empresarios locales y foráneos, y alguna que otra despedida de soltero, donde en más de una ocasión alguno de los festejantes, henchido de euforia y vapores etílicos, terminaba chapoteando en las oscuras aguas del río, entre las risas y burlas de sus camaradas de juerga.

            Pulsé el botón marcado 2F2, como tantas otras veces. Un pequeño temblor recorría todo mi cuerpo, desde la ceja izquierda hasta el dedo gordo del pie derecho. Mi estómago se quejaba, protestón, por la escasez de alimento al que últimamente lo sometía. Lo normal, cada vez.

            ̶  Hello?  ̶  esa dulce voz.
            ̶  Soy yo.

Un corto y familiar sonido, que en otras circunstancias hubiera sido desagradable, prrrrr  prrrr llegó a mis oídos como el trino de un pajarillo. Un pequeño empujón franqueó mi entrada a su portal. Subí despacio aquellos escasos tramos de escaleras. Me tomé mi tiempo en cada descansillo, homenajeando su denominación. No por falta de ganas de verla, sino para disfrutar de cada escalón, de cada segundo que me acercaban a ella. Deseaba grabar a fuego en mi recuerdo cada sensación, saborear cada bocanada de oxígeno, rozar con mis dedos cada centímetro de aquella pulida barandilla.

            Sólo enfrentar su puerta. Blanca, impoluta, anónima. Ésta se abrió. En el quicio, una  tímida sonrisa, unos enormes ojos verdes  ̶  esos pozos esmeralda  ̶  .

            ̶  ¡Hola guappo!  ̶  aquel exótico acento.
Un beso, un roce de sus dedos sobre mi rostro, un giño. El Cielo.
            ̶  Pasa carinio

Sabina, ese viejo perro sabio, me susurraba al oído, riendo entre dientes como un gánster cansado, socarrón, disfrutándolo: “Cuidado chaval, te estás enamorando”. Yo lo ignoré, despectivo, soñador, altivo, suicida.

            En cada una de mis visitas, el mismo recibimiento, idéntica dulzura, misma mirada imantada, ese tacto que se ríe de la seda, aquella puerta blanca. Impoluta y anónima. La puerta del Cielo.

8 comentarios:

  1. Me ha gustado mucho, especialmente lo de que imaginabas las reuniones de mafiosos en su interior compartiendo mantel y lo de los descansillos de la escalera :)
    Saludos, Ava

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    Respuestas
    1. Gracias Ava. maja. Me gusta tu nick ;-)

      Lo del barco, me temo que me suena de alguna novela del gran Ian Rankin... jaja. Aunque no estoy seguro.
      El barco existe. O existía hasta hace unos años. Siempre quise cenar ahí, pero era muy exclusivo.

      Un saludo, Ava.

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  2. Hola sólo he entrado para comprobar que se podían hacer comentarios.
    Un saludo

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  3. Gracias por intentarlo parajosesolo.

    Ya le he comentado a mi amiga que pruebe desde el ordenador, en vez de con el móvil.

    Un saludo, nos vemos en esa taberna virtual que tú y yo conocemos.

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  4. Melancólico y nostálgico post, pero yo también entro desde el móvil para ver si te chuta bien el asunto de los comments.

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  5. Ah !. Soy un desconocido llamado 'Traspiés'. Se me olvidó firmar.

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  6. Hola Perfecto Desconocido Traspiés,
    ¿Melancólico y nostálgico un post mío? nooooo puede ser.
    Gracias por tomarte la molestia de probar con el móvil.
    A ver si nos tomamos un GandT por quien tú sabes.
    Un abrazo

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