Erika vivía
frente al canal, a su paso por Leith. Su pequeño piso rodeado de pubs modernos,
los cuales poco a poco fueron desplazando a las viejas tascas marineras. El mal
llamado progreso devoraba, sin contemplaciones nostálgicas, los últimos
rincones con encanto de la vieja ciudad. Esta zona se convirtió, de la noche a
la mañana, en el punto de encuentro vip, donde se reunían jóvenes trajeados,
acompañados de señoritas disfrazadas de damas, con ostentosos vestidos, bolsos
de famosas iniciales y sobre vertiginosos tacones que no sabían manejar. Todo
un batiburrillo neo-pijo, con sus
mejores galas de bodorrio cutre-choni,
como si en lugar de un alcoholizado brunch
aquello fueran las carreras en el hipódromo de Ascot, entre risas, copas,
apuestas y pamelas.
Erika, desde su ventana, contemplaba
las aguas calmadas de aquel trozo de río domesticado. Sobre su mansa superficie
descansaban pequeños botes, junto a embarcaciones de paseo y algún que otro
velero. Amarrado a uno de los noráis, un barco restaurante. Grande, blanco,
todo luces de colores y banderines, como si quisiera llamar la atención,
arrogante, ante sus más mundanos compañeros. Al observarlo, mientras paseaba
durante aquellas cálidas noches veraniegas, siempre me imaginaba al mafioso de turno ̶
tipo Big Ger Cafferty ̶ en su interior,
compartiendo mantel con sus secuaces, planeando fechorías y vendettas, poniendo
fecha de caducidad a sus rivales más próximos. Entonces apresuraba el paso,
agachando la cabeza, temeroso de ver o escuchar algo terrible. Algo que
condenara mi alma, pusiera precio a mi cabeza. Acabara con mi cuerpo en el
fondo del canal, los pies amarrados a un enorme bloque de hormigón. Tal vez debiera
dejar de leer a Ian Rankin, me decía al cabo de un rato, ahogado en mi propia
vergüenza.
En realidad, aquel barco restaurante
acogía cenas íntimas a la luz de las velas, aburridas reuniones de negocios de
empresarios locales y foráneos, y alguna que otra despedida de soltero, donde
en más de una ocasión alguno de los festejantes, henchido de euforia y vapores
etílicos, terminaba chapoteando en las oscuras aguas del río, entre las risas y
burlas de sus camaradas de juerga.
Pulsé el botón marcado 2F2, como tantas otras veces. Un pequeño
temblor recorría todo mi cuerpo, desde la ceja izquierda hasta el dedo gordo
del pie derecho. Mi estómago se quejaba, protestón, por la escasez de alimento
al que últimamente lo sometía. Lo normal, cada vez.
̶
Hello? ̶ esa dulce voz.
̶ Soy yo.
Un corto y familiar sonido, que en
otras circunstancias hubiera sido desagradable, prrrrr prrrr llegó a mis oídos como el trino de un pajarillo. Un pequeño
empujón franqueó mi entrada a su portal. Subí despacio aquellos escasos tramos
de escaleras. Me tomé mi tiempo en cada descansillo, homenajeando su
denominación. No por falta de ganas de verla, sino para disfrutar de cada
escalón, de cada segundo que me acercaban a ella. Deseaba grabar a fuego en mi
recuerdo cada sensación, saborear cada bocanada de oxígeno, rozar con mis dedos
cada centímetro de aquella pulida barandilla.
Sólo
enfrentar su puerta. Blanca, impoluta, anónima. Ésta se abrió. En el quicio,
una tímida sonrisa, unos enormes ojos
verdes ̶ esos pozos esmeralda ̶ .
̶ ¡Hola guappo!
̶ aquel exótico acento.
Un beso, un roce de sus dedos sobre mi
rostro, un giño. El Cielo.
̶ Pasa carinio
Sabina, ese viejo perro sabio, me
susurraba al oído, riendo entre dientes como un gánster cansado, socarrón, disfrutándolo:
“Cuidado chaval, te estás enamorando”. Yo
lo ignoré, despectivo, soñador, altivo, suicida.
En
cada una de mis visitas, el mismo recibimiento, idéntica dulzura, misma mirada
imantada, ese tacto que se ríe de la seda, aquella puerta blanca. Impoluta y
anónima. La puerta del Cielo.
Me ha gustado mucho, especialmente lo de que imaginabas las reuniones de mafiosos en su interior compartiendo mantel y lo de los descansillos de la escalera :)
ResponderEliminarSaludos, Ava
Gracias Ava. maja. Me gusta tu nick ;-)
EliminarLo del barco, me temo que me suena de alguna novela del gran Ian Rankin... jaja. Aunque no estoy seguro.
El barco existe. O existía hasta hace unos años. Siempre quise cenar ahí, pero era muy exclusivo.
Un saludo, Ava.
Hola sólo he entrado para comprobar que se podían hacer comentarios.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias por intentarlo parajosesolo.
ResponderEliminarYa le he comentado a mi amiga que pruebe desde el ordenador, en vez de con el móvil.
Un saludo, nos vemos en esa taberna virtual que tú y yo conocemos.
Melancólico y nostálgico post, pero yo también entro desde el móvil para ver si te chuta bien el asunto de los comments.
ResponderEliminarAh !. Soy un desconocido llamado 'Traspiés'. Se me olvidó firmar.
ResponderEliminarHola Perfecto Desconocido Traspiés,
ResponderEliminar¿Melancólico y nostálgico un post mío? nooooo puede ser.
Gracias por tomarte la molestia de probar con el móvil.
A ver si nos tomamos un GandT por quien tú sabes.
Un abrazo
Sabio Sabina.
ResponderEliminarBesos.