domingo, 28 de julio de 2013

f51- Ken, el Rey del Mambo. (Julio 2003).


El hospital era un complejo inmenso, con numerosos edificios expandidos por una zona boscosa. Las diferentes áreas de residencia –geriátrico, rehabilitación ortopédica, lesiones cerebrales, recuperación cardiológica y rehabilitación normal− se comunicaban a través de pequeños caminos de gravilla, e indicadores con flechitas y croquis proporcionaban cierta orientación (Aunque como yo me perdía cada vez que me enviaban a algún lejano ward, llegué incluso a plantearme el ir arrojando miguitas de pan para garantizarme el seguro regreso). 

Se respiraba aire puro y las ardillas y conejos pululaban a sus anchas haciendo las delicias de pacientes y trabajadores (cada vez que veía los ingenuos conejitos acercarse, no podía reprimir una sonrisa imaginando a mi padre con su escopeta repetidora Franchi). Un lugar ideal para disfrutar de unos días de asueto, el problema es que debíamos trabajar, o al menos aparentarlo. En esto último me doctoraría en los próximos meses, el escaqueo general en aquel hospital me trajo recuerdos de la mili. Con la “pequeña” diferencia en salario y libertad.

Durante la primera semana se dedicaron a mostrarnos todos y cada uno de los aparatos que íbamos a manejar. Hablo de aspiradoras, enceradoras, fregonas y esas cosas. Sí, aquí hasta para usar una simple fregona debías pasar por un training, no vaya a ser que seas muy garrulo y cojas el aparato por el mocho e intentes fregar el suelo con el otro extremo. Pero es algo a lo que te vas acostumbrando con el tiempo en este país: application forms y trainings a tutiplén. ¡Y no me hagan hablar de procedimientos de seguridad y simulacros de incendio!

Ya les he confesado en más de una ocasión que soy un chico formal. Siempre lo fui. De esos que de tan formalitos, pasamos por tontos. Así ha sido durante toda mi vida, en la escuela, en el colegio, en las diferentes universidades, en el servicio militar. Recuerdo un compañero, y amigo, de la guerra que estando algo enfadado conmigo (debido a que yo me negaba a hacer novatadas a los recién llegados, pues a mí los pobrecillos no me habían causado ningún mal) me espetó: “Jorge, entraste bicho y sigues siendo un bichazo”. Pero qué se le va a hacer, cada uno es como Dios lo trajo. Y no hay nada que hacer. Bueno, que me he pasado dos colinas más allá de los cerros de Úbeda. Decía que siempre fui formal y obediente, respetuoso con mis jefes, mandos y profesores. Pero todo eso iba a cambiar. Con los meses aprendería el arte del escaqueo, la habilidad para acabar mis tareas una hora, o dos,  antes de fichar para salir (cobrando por tal tiempo de reposo, claro) y la destreza necesaria para duplicar (o triplicar) la duración de los breaks. Y es que acabé harto de sudar e ir corriendo de un lado para otro: fregando suelos, aspirando alfombras, preparando tés con pastas, cambiando las jarritas de agua de los abueletes, mientras veía a mis compañeros apoltronados en interminables Descansos, riéndose a carcajadas de chistes infumables y poniéndose de tostadas con mantequilla hasta las cartolas, que decimos en mi pueblo. Pero el proceso de cambio llevaría su tiempo.

Poco a poco me acostumbraba a las maneras y costumbres de mis compañeros. Formaban una mezcla de hombres y mujeres de diferentes edades, estatus y educación. La mayoría de ellos hablaban lo que podemos denominar Scottish, aquel idioma que les comenté me sonaba como alemán, no entendía nada de lo que parloteaban. Al menos al principio. Es un inglés trufado de palabras y frases que no existen de los borders hacia abajo. Si a esto le sumas el hecho de que cortan muchas de esas palabras y que su pronunciación es áspera como papel de lija, pues lo que les digo: alemán o ruso, pero no la lengua que yo había aprendido en los libros de “Peter and Molly” en el colegio.

Durante los breaks solíamos buscar un cuarto tranquilo, con sofás y mesita de café. Nos sentábamos (o tumbarreábamos) a charlar, a echar risotadas o a simplemente relajarnos, haciendo de aquellos quince minutos oficiales, veinte, veinticinco o cuarenta. Todo dependía de la presencia de patrullas de supervisores y la vigilancia desde la torreta de los managers (gracias a Dios no disponían de ametralladoras).

En estos descansos ellos platicaban y yo ponía oreja. Mucho más no podía hacer. Trataba de lanzarme a la piscina, participar, preguntar cualquier tontería. Pero no mucho más. A menudo hablaban de un tipo, un tal Ken, un chaval que debía de ser el más popular de todo el hospital, tal vez el más famoso de todo Edimburgo, el rey del mambo pues todo el mundo hablaba de él. Lo mencionaban mis compañeros, los supervisores, las enfermeras e incluso algún que otro manager (cuando bajaban de la torreta de vigilancia), que si Ken esto, que si Ken aquello. Yo ya andaba con la mosca tras la oreja, no podía ser que existiera el tal Ken y yo no lo conociera. Un señor con esa popularidad y yo sin saber tan siquiera si es joven o viejo, blanco o negro, escocés o inglés. ¡Esto no podía continuar así!

Así que un día me armé de valor, y al escuchar a mi compañero Toby nombrar al gran Ken por segunda vez en la misma frase (ni idea de lo que hablaba), me lancé a la piscina y pregunté al grupo: “Who is Ken?”. Como respuesta obtuve carcajadas y miradas lastimeras. Cuando al fin se calmaron y pudieron respirar con normalidad (alguna casi se atraganta con la tostada de medio kilo de mantequilla), conseguí oir la respuesta de mi amigo Toby: no existe ningún Ken, “ken” significa “know” pero en dialecto escocés.

Aquello lo explicaba todo.

Años más tarde viviría una experiencia muy similar, con otro escocés: Freddie (mi compañero de piso) y mi amiga y anterior flatmate asturiana, Cristina, cuando tratábamos de acordar una fecha para ver una habitación de alquiler para ella, en otra casa cuyos propietarios eran conocidos de Freddie. En un momento de la conversación, el chico le preguntó a Cristina:

− When do you need the room?
(Que con su cerrado acento escocés sonó algo así como: “Güen di yi nid di rum?”)

Y claro, Cristina no estaba acostumbrada a la pronunciación de mi compañero de piso, ante lo cual respondió con otra pregunta:

- Who is Wendy?





13 comentarios:

  1. Esta entrada es MUY buena! jajajaj Después te ríes, pero en ese momento no sabes dónde meterte.

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    1. Gracias Arabella. Quién lleve un tiempo en Escocia lo entenderá mejor.

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  2. Buenas tardes

    Joder con el acento escocés, ya veo que tiene su miga, y en Aberdeen por todo los comentarios que oigo en el foro debe ser ya de alucinar.

    Cuando empecé a estudiar inglés, la profesora nos comentó que una vez estuvo en Fort Williams y que no les entendía nada, la tía estaba desesperada ¡¡Y eso que es licenciada en filología inglesa y se conoce el país de cabo a rabo!!

    Como se me ocurra aterrizar en Aberdeen, me puede dar un chungo por mucho proficiency que tenga.

    Santurtziarra

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    1. Tienes el proficiency?? Que puntazo!! Yo quiero sacarmelo pero aun no me he marcado plazo; no estoy estudiando nada... Al English in Use, al writing y al reading no les tengo miedo, pero el speaking y el listening ya son totalmente OTRO CANTAR. :_( jajaj Estoy ganando mucha fluidez, pero ni de lejos la suficiente como para presentarme este anho al examen con posibilidades reales de aprovar.

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    2. Buenas noches

      ¿Proficiency?, que mas quisiera yo.... no paso de ser un pobre diablo estudiante de inglés, me conformo con el first para finales de año.

      Santurtziarra

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    3. Pues el acento de Fort William es muy suave y se entiende muy bien... Si tu profe hubiera ido a Aberdeen, la zona de Fife o Glasgow hubiera flipado en colores. Zonas del sur (Borders) también tienen telita para los no iniciados.
      Esta entrada de 'Ken' me ha sacado unas sonrisas ;)

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    4. Gracias por comentar Ginger Cat. Me alegro que te hiciera sonreir :-) (tú eres toda una experta en Scotland, así que habrás entendido a la perfección lo que se siente al principio con tanto "ken?" por aquí ken por allá (sobre todo en ciertos estatus sociales -como los del hospital- que usan el "Ken?" de coletilla, como las mocetas jóvenes meten una y otra vez el "Like" en sus conversaciones. O el "you know?"

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    5. Jejeje totalmente cierto. En la zona de Glasgow no hay que olvidar el 'dead/pure' para calificar todo, como en 'dead brilliant' ;)
      La gente que llega nueva y se encuentra con el Scots en cualquiera de sus variedades (Doric, Lallans, etc.) alucina. En ciertos sectores sociales la gente no cambia de registro al hablar con extranjeros; cuanto mayor nivel educativo, mayor facilidad para adaptar su registro con otras personas.

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  3. Pues sí Santurtzi, tiene su cosita. El de Fife también es digno de tener en cuenta. ¿Qué tal van tus relatos? ¿Veremos un blog tuyo pronto, o un libro?

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  4. Buenas noches Jorge

    Llevaré escritas como unas 25 Santurtziarradas, la inmensa mayoría están basadas en historias reales en las cuales he introducido elementos ficticios, he cambiado nombres, fechas y situaciones. Algunas aglutinan en una sola historia relatos y vivencias acaecidas en el pasado pero que no tienen conexión alguna entre ellas.

    También las hay que son meras reflexiones personales hechas en voz alta primero y plasmadas en Word después, sin pelos en la pluma, trallazos de rabia e impotencia producto del implacable paso de los años delante de ti viendo como tus mas caras ambiciones sucumben trituradas por el avance de la rueda del destino, contemplando con tristeza y desesperación los restos del naufragio que quedan para siempre orillados en las lindes de tu alma.

    A veces veo como me salta una pulsión irresistible por ponerme frente a un teclado y volcar todas las cosas que se me van ocurriendo y que pugnan por salir de mi cabeza como si fueran las olas de un mar embravecido estrellándose contra los acantilados. Otras veces no me quiero ni acercar a leerlas ni me apetece pulsar una sola tecla. Siento como una insoportable apatía me invade o bien simplemente me parece que estoy haciendo una monumental estupidez escribiendo como una simple válvula de escape, yo también tengo mis momentos de zozobra, por muy frío y calculador que llegue a ser.

    También se me ha ocurrido escribir una especie de guía acerca de mi plan de asalto a la rubia Albión, con todo lujo de detalles, pero es algo que de momento está muy incompleto, hay demasiados huecos que rellenar y muchas piezas de tan formidable puzle que no sé donde colocar.

    A veces me siento como si fuera hércules cortando las cabezas de la hidra.

    Santurtziarra

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    1. Hola Santurtzi. A mí ya sabes que me gusta mucho como escribes. Creo que tienes un léxico apabullante y una gran habilidad para la descripción de situaciones y sentimientos. Mas si me permites una pequeña crítica constructiva, a veces suenas demasiado rimbombante. Esto claro, es debido a tu amplio léxico (yo no peco de ello debido a la diferencia de cantidad de vocabulario). Yo te diría que tratases de escribir de forma más natural, sin buscar tanto los recovecos del idioma (que a veces pareces el Guadiana con tanto meandro lingüístico jaja). Pero tienes un potencial magnífico (como escritor). Lo digo en serio.

      Obviamente, yo también mezclo la realidad con hechos o detalles ficticios. Ya lo advierto en la cabecera del blog ;-)

      Un saludo, y gracias por ser fiel lector y por comentar siempre.

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  5. Buenas noches

    Yo he sido toda mi vida un lector voraz, lo mismo me puede gustar una biografía de Napoleón que un tratado de diseño de turbinas. De ahí que tenga un vocabulario almacenado en mi cabeza inmenso y sea raro que cometa una sola falta de ortografía.

    Pero me falta técnica narrativa, o literaria o como se diga, y créeme cuando te digo que ya me gustaría saber donde aprenderla.

    Ni que decir tiene que yo también agradezco mucho tus observaciones.

    Santurtziarra

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    1. Claro, se notan las lecturas. Yo siempre fui lector, pero lento, me gusta disfrutar de un libro.

      Santurtzi, hay numerosos cursos de creación literaria. Incluso tendrás por internet. Prueba en alguno, tal vez te guste. Yo hice uno aquí, en inglés, lo pasé genial pero no nos "enseñaban" mucho. Tan sólo era reunirnos a compartir relatos y poemas escritos por un grupo variopinto de personas. It was fun! Evidentemente acabábamos la sesión en el pub de al lado ;-)

      Yo creo que a narrar se aprende narrando como decía aquel. Práctica y más práctica. Y leer a buenos narradores. Yo soy un simple aficionado, por supuesto. Y corregir, mucho corregir. Estos días me estoy llevando las Fargaditas (impresas en papel), de tres en tres, al trabajo, y en mis break me dedico a -boli rojo en mano- remediarlas y tratar de mejorar su estructura y ortografía: es eso editar? jaja. En ello estoy. No me puedo permitir pagar a alguién por hacer tal trabajo.

      ¡A ver cuando te podemos leer!

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