Me van a permitir hoy un ataque de nostalgia. Esto de
autocorregir las primeras ‘fargaditas’,
con vistas a auto-editar un pequeño libro electrónico, lleva su tiempo y es más complicado de lo que
parece. Ahora respeto un poquito más a los “editores” de textos. Incluso he
tenido que recurrir a mi viejo libro de texto de C.O.U. −“Curso de Lengua
Española”, (Fernando Lázaro)− para consultar
unas dudillas gramaticales, y al
hojearlo he descubierto varios folios cuadriculados y amarillentos, con las
esquinas dobladas. Folios de otro tiempo, de otra vida. ‘Redacciones’, las
denominaban. Y he caído en la cuenta que con 17 años escribí mi primera ‘Fargadita’. Una lástima que no seguí con
esta afición. Definitivamente erré en mi elección de estudios universitarios
(nunca debí haber escogido ‘ciencias puras’, como se llamaba entonces). Debería
haber seguido practicando la escritura, que es lo que realmente me gustaba
(aunque por aquel entonces lo ignorase).
(Disculpen las faltas y el atrevimiento, pero no he querido cambiar ni
una coma del borrador original):
El examen
Tengo la hoja en frente de mí, vacía, blanca, fría,
esperando que la tinta del bolígrafo marque sobre ella lo que puede ser un gran
triunfo o un terrible fracaso, o quizás algo intermedio, ¿quién sabe? Los
cuadros pequeños y monótonos de la hoja parecen desfigurarse, se ensanchan, se achican,
todo se emborrona a mi alrededor ¡es horrible!
Una
serie de ideas y palabras se amontonan en mi mente: es un examen importante,
decisivo, he estudiado, ¿o no?, no he estudiado; ya no distingo la realidad de
mis pensamientos y temerosos presentimientos. ¡Maldición! no recuerdo aquella
pregunta… como empezaba… era muy importante y seguro que “cae” pero no la
recuerdo ¡No, Dios mío! ya no me da
tiempo de sacar mis desordenados y precipitados apuntes del cajón para ver como
es esa dichosa pregunta.
Empiezo a sudar, es una sensación de calor y
de repente un intenso y punzante frío que me sube por la espalda. Oigo bromas y
risas a mi alrededor, pero ya no distingo los sonidos, parece todo un constante
e insoportable ronroneo.
¡Cuándo se
decidirá a dictar las preguntas! En mi mente se mezclan desordenada y
precipitadamente pensamientos de culpabilidad, curiosidad, miedo, horror, paz,
tranquilidad… ya no sé si estoy nervioso o tranquilo, mi mente está en blanco
no recuerdo nada de lo que he estudiado.
Pero por fin
el profesor, dándose importancia, manda callar a todos, espero impaciente e
intranquilo, sólo hay un pensamiento ya en mi mente: que me acuerde de todo lo
estudiado; de repente se oye la voz ronca y cruda del profesor dictando las
esperadas…, ¿o debiera decir temidas preguntas?..., al principio no me suena
nada, pero al acabar la tercera y última comienzo a recordar, todas las ideas
llegan a mi mente amontonadas, me pido calma a mí mismo y comienzo con la
primera ¡que satisfacción! mis ideas vuelven a ser reposadas y claras, ya estoy
tranquilo.
Jorge Ariz
Ya somosdos que no deberiamos haber ido por ciencias puras. Como tan bien describiste en esa "redaccion" me senti yo cientos de veces; esa sensacion de estar en blanco... Terror! Pero en cuanto empieza el examen la informacion FLUYE por tu mente.
ResponderEliminarGenial.
Gracias Arabella. ¡Qué tiempos! Es que memorizaba mucho (páginas enteras) jaja, y luego si te quedabas en blanco era una sensación terrible.
EliminarBuenos días
ResponderEliminarYa despuntabas a tan tierna edad contando fargaditas en COU. Incredible!!!
¡¡Que sensación más familiar!! Las manos inundadas en sudor, o como ese hormigueo en el estómago como si dentro estuviera el desayuno en modo centrifugado aunque lo peor para mí era el lento correr de las horas antes de iniciar el examen.
La última vez que tuve esa sensación fue antes del examen de inglés de la escuela de idiomas este pasado mes de Junio, a pesar de llevar todo preparado y requetepreparado, para luego al final sacarlo todo a la primera, pero el mal trago previo no me lo quitaba nadie, eso te lo aseguro.
Santurtziarra
Es realmente curioso porque había "olvidado" que solía escribir cosillas (aparte de lo del cole, como ésto). A veces encuentro algún cuaderno viejo y leo mis pinitos. Me da rabia no haber practicado más, pero nunca es tarde. Mira tú, quién iba a decirme a mí que contaría mis batallitas en un blog público. :-)
EliminarJaja, es mucho mejor la sensación que tienes al presentarte a un examen sin tener pajolera idea... es una paz infinita (también lo he probado).
Es que yo la "paz infinita" la sentía simplemente por tener el examen delante; tanto si lo llevaba genial como si no. Era en plan "Que sea lo que tenga que ser! Ya no puedo hacer nada." DURANTE los exámenes siempre estaba hiper-relajada, era el antes y el después lo que me mataba.
Eliminar¡Qué suerte hija! yo siempre he sido un saco de nervios, me costaba un rato apaciguarme.
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