Dicen que las mejores mentiras deben ser construidas sobre cimientos de verdades. Así que decidí hacer caso, una vez más, a la sabiduría
popular. Al día siguiente acudí al trabajo, más animado, tras literalmente
saltar de la cama al cálido suelo enmoquetado, y de ahí bajar de tres en tres los escalones
que me separaban de la ducha, solicité a la jefa de personal varios días
libres, ya que había reservado hacía tiempo unos vuelos a Portugal (mentira), en caso de que mi equipo de fútbol
alcanzase la final de la Champions
(verdad). Consideré la explicación
necesaria, debido a que realizo un trabajo en el cual he de andar de un
emplazamiento a otro, por tanto dicha persona no tendría por qué conocer mi
reserva de vacaciones, en caso de que hubiera sido verdadera. También se lo
comenté a mis actuales compañeros de trabajo.
Disculpen. Vaya lío. El caso es que hubiera dado lo
mismo: mentir, no mentir, decir medias verdades, ser totalmente honesto. Nadie
puso el mínimo reparo. Todo fueron sonrisas y buenas caras. Ellas me animaban
porque “Lisbon is so romantic!”, y
seguro que no volvía tras enamorarme ciegamente de una hermosa lisboeta.
Ellos iban directos al grano, a lo que importaba: ¿a qué equipo apoyaba?; ¿cuánta
gente acudiría?; ¿era cierto, que iba a ser la primera vez, en la historia de la
competición, en la cual los dos equipos finalistas provenían de la misma ciudad?;
¿tienes entrada?; ¿quién crees que se llevará el gato al agua? Y mis pacientes
respuestas: al Real Madrid; media España, y parte de la otra mitad; sí; no; el
Real, pero el Atlético está muy fuerte.
Todo sonrisas, buenos deseos: disfruta, que gane tu
equipo, liga mucho, te esperamos a tu regreso. Todo optimismo, amabilidad,
con un semidesconocido (como apunté, es un nuevo lugar de trabajo, otro más).
Ni un mal gesto, ni una solicitud de motivos o explicaciones. Realmente
deseaban mi gozo, mi felicidad, así rendiría más en mi reincorporación, supongo. ¡Y aún hay gente, tanto cercana a mí como anónima, que sigue
cuestionando el porqué continuo en este país después de tantos años!
Aprovechando que “debía” acudir a Lisboa, y que el Ebro
pasa por Logroño… reservé cinco noches, en dos hostels diferentes de la capital portuguesa. No era cuestión de viajar tan sólo para el partido. En mi mente la intención clara de visitar todo lo
posible, empaparme de la cultura lusitana, disfrutar de su gastronomía,
contemplar sus monumentos (tanto los edificados, como los andantes) y tener un buen tiempo, que dirían los
británicos. “No vaya a ser que el Madrid pique y únicamente me lleve ese recuerdo”.
Este buen propósito desenterró las palabras de mi hermana mayor, cuando recién
llegado a Edimburgo solía llamarme a menudo, gracias al Europa15, yo
sentado en el estrecho pasillo del piso de Ashley Terrace, junto a la mesita
del teléfono, rodeado de las tangas que Rachel tendía: rosas, de seda, rojas,
de algodón, negras, de lycra, con dibujitos, de nailon… ¡Ojo, que yo no andaba
inspeccionando las braguitas de mi querida flatmate,
pero las exhibía ahí delante!, mi hermana me repetía hasta la saciedad: “Jorge,
levántate de la cama temprano y ve a ver cosas, que ya dormirás cuando te
mueras”, siempre con esa energía positiva, ella.
En esta ocasión le hice caso. Levanté el trasero cada
mañana a las siete en punto, tras mal dormir en una minúscula habitación con
otras cinco personas. Gente joven, llena de energía y de ganas de mambo,
afortunadamente también bastante respetuosa. Te das cuenta de que te haces un poquito
mayor cuando ves que, cada noche, eres el primero en acostarte. Una minúscula
habitación, tres literas, un solitario carrocilla durmiendo.
Visité la Casa dos Bicos, sede de la Fundación José
Saramago (“¡Oh, Sara Mago, esa gran escritora!”, que dicen exclamó una de
nuestras grandes políticas), donde pude ser testigo de la inmensa obra que nos
dejó el premio Nobel de Azinhaga. Degusté bacalhau
com natas en una diminuta terraza del pequeñísimo restaurante Claras em Castelo, en compañía de una
joven pareja de madridistas, entremezclado con risas y cañas, todo ello
amenizado por un camarero entrañable, portugués con aspecto ucraniano y humor Chiquitero. Me perdí por las empedradas
callejuelas de Alfama. Monté una y otra vez en el arcaico Tranvía 28 (alucinado
de que no se deshiciera en pedazos, en mitad de una empinada cuesta, con ese
penoso y admirable traqueteo). Utilicé los funiculares, con ese clac clac clac que impresionaba.
Contemplé y fotografié numerosos y magníficos grafitis, con la vana esperanza
de encontrar alguno de Sniper, “El francotirador paciente” (del gran
Pérez-Reverte). Visité el entrañable barrio de Belém, degusté sus deliciosos
dulces, subí a su torre. Callejeé los atardeceres de Bairro Alto, tratando de
comprender por qué Emma Cotro me “dejó en Lisboa”. Disfruté del hacer de los
artistas callejeros en Chiado. Recorrí el paseo marítimo, oliendo a sal y
sueños lejanos. Acabé empapado, chorreando agua, tomando un caliente y
estupendo café cortado (no me entraba en la cabezota su denominación lusitana),
en un bar tan pequeño que sólo cabíamos el camarero, dos señores mayores, un
policía municipal y yo. Contemplé hermosas catedrales e iglesias, admirado, como
siempre, de aquella gente tan creyente, tan leal a Dios, que dedicaron decenas y
decenas de años de sus vidas para levantar esas majestuosas e imperecederas obras. Retrocedí
en el tiempo cuando me apeé del tren en ese pequeño pueblo de cuento de hadas,
Sintra, cuyo Palacio parecía el escenario de las Mil y Una Noches.
Y llegó la víspera del gran día. Las calles lisboetas se
llenaron de miles de hinchas de uno y otro equipo, mezclados, abrazados,
felices por la oportunidad brindada por el destino.
Continuará…
¡¡¡HALA MADRID!!!
ResponderEliminarAunque el fútbol no sea santo de mi devoción, me alegro y no poco por ti, so merengón. Llevabas mucho tiempo sin sobar el teclado, lo cual no dejaba de parecerme extraño, pero ya veo que era por una buena causa.
Sólo te falta ir a Brasil para que La Roja se traiga el mundial ;-)
Santurtziarra
Eso ya me pilla un pelín lejos :-)
EliminarGracias por comentar, como siempre.
Buenas noches
ResponderEliminarComo para no comentar, bien que te lo ganas a pulso con tus historias.
No te imagino el lunes siguiente henchido como un pavo real con una sonrisa de oreja a oreja, recibiendo de parte de tus workmates las consabidas palmaditas en la espalda de rigor.
Pero que te quede claro, si me entero de que has ido a Lisboa pasando por Santurtzi sin decirme nada, imagínate por donde te voy a meter el monumento a güalterescot. ;-))
Santurtziarra
Tranquilo, te avisaría (como la última vez, que conste). :-)
ResponderEliminarMuy grande, seguro que la final fue la guinda del pastel! Yo las pasé canutas, pero así después se disfruta mucho más.
ResponderEliminarA ver si vemos pronto la tercera parte, saludos!!
Gracias Green. La tercera está en el horno. Liado hoy a tope.
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